Las cartas de Emmanuel Mounier
Emmanuel Mounier (1905-1950), filósofo, escritor y devoto católico francés, padre de la revista Sprit y de la corriente filosófica del personalismo, que trataba de rechazar la modernidad no desde posiciones conservadoras; más bien, lo hacía proponiendo una nueva antropología y una ética cristiana dinámica. Selecciono aquí algunos memorables fragmentos de su correspondencia.
‘Es necesario a cualquier precio que hagamos algo por nuestra vida. No lo que los demás ven y admiran, sino la proeza que consiste en imprimir el infinito en ella’ (a Madeleine Mounier, 12 de enero de 1928).
‘La vida hace ascos a los que le ponen mala cara…’ (a Madeleine Mounier, 4 de noviembre de 1929.
‘Algunos días sabemos ser felices de una manera inconsciente y pueril: pero no somos de los que esperan la felicidad de los acontecimientos, como una receta; esto no es un sacrificio muy grande, pues sabemos muy bien que la felicidad no basta para ser felices’ (a Madeleine Mounier, 17 de abril de 1931).
‘[Charles] Péguy decía que la desesperación es el gran pecado porque la desesperación es la negativa a sacar partido de las fecundidades del infortunio’ (a Madeleine Mounier, 17 de abril de 1931).
‘El amor no puede ser ni toda mi vida ni un accidente en mi vida’ (Conversaciones VI, 25 de enero de 1933).
‘Aceptar la voluntad de Dios no es humanizar el amor sobrenatural por el sufrimiento y la renuncia, es aceptar esa voluntad, cualquiera que sea, incluso aunque deba estar conforme con mis deseos humanos; no prevenirla incluso por el sacrificio; estar indiferentemente dispuesto a todo, incluso a la felicidad. Es así como se santifica la felicidad’ (a Paulette Leclercq, 12 de febrero de 1933).
‘La angustia se vale de nosotros a veces: ya te he contado. Hay momentos en que hasta los santos dudan de todo, de su amor y de Dios. Ninguna luz se entrega sin esta noche. Cristo ha cargado en una sola noche de angustias y de dudas (“Padre, ¿por qué me has abandonado?”) todas nuestras noches oscuras…
…No se es decididamente grande… hasta que la vida no te ha puesto en la prueba de negarte rotundamente y sin apelación algo que deseabas con todas tus ganas’ (a Paulette Leclercq, 3 de enero de 1934).
‘Las horas mediocres son quizás la ofrenda propia que se nos pide a nosotros, los hombres del siglo XX’ (a Paulette Mounier, 13 de enero de 1940).
‘No se puede solamente escribir libros. Es preciso que la vida nos arranque periódicamente de la estafa del pensamiento que vive sobre los actos y los méritos de otro’ (Conversaciones X, 28 de agosto de 1940).
‘Sólo las cifras incomprensibles de nuestro destino forman un verdadero libro legible…’ (a Carmelle Dosse, 17 de julio de 1941).
‘¿Cómo llevar vivo lo que no hemos llevado cuando estaba muerto?
…No quiero tapar puerilmente el sufrimiento… No, la única desgracia verdadera es sufrir por separado, dándonos la espalda, cuando se deja de sentir en el mal común esta fraternidad cruel, esta intimidad desgraciada que le arranca su espina profunda’ (a Paulette Mounier, Pascua de 1943).
‘Deberíamos medir la profundidad de los afectos por las alegrías mutuas que nos damos, ciertamente, pero también, y no exagero, por las heridas que nos producimos. Hay heridas inútiles, las que proceden del choque de los egocentrismos; está claro que hablo de otras, de las que son necesarias para no vivir en la mentira y para despertarse mutuamente del sueño de la costumbre…
Lo que es grande es el deseo de amarse y la lucha por el amor. La transfiguración del amor, la beatitud del amor la concede un milagro de vez en cuando’ (a su padre, 28 de abril de 1943).
‘“Honrarás a tus padres”, es decir, que les ayudarás con tu juventud a vencer su vejez. No les dejarás hundirse detrás de la barrera de su debilitamiento, tú demolerás constantemente este muro que hay ante ellos, en la medida en que esto depende de tus fuerzas…’ (a su padre, 28 de abril de 1943).
‘Es necesario a cualquier precio que hagamos algo por nuestra vida. No lo que los demás ven y admiran, sino la proeza que consiste en imprimir el infinito en ella’ (a Madeleine Mounier, 12 de enero de 1928).
‘La vida hace ascos a los que le ponen mala cara…’ (a Madeleine Mounier, 4 de noviembre de 1929.
‘Algunos días sabemos ser felices de una manera inconsciente y pueril: pero no somos de los que esperan la felicidad de los acontecimientos, como una receta; esto no es un sacrificio muy grande, pues sabemos muy bien que la felicidad no basta para ser felices’ (a Madeleine Mounier, 17 de abril de 1931).
‘[Charles] Péguy decía que la desesperación es el gran pecado porque la desesperación es la negativa a sacar partido de las fecundidades del infortunio’ (a Madeleine Mounier, 17 de abril de 1931).
‘El amor no puede ser ni toda mi vida ni un accidente en mi vida’ (Conversaciones VI, 25 de enero de 1933).
‘Aceptar la voluntad de Dios no es humanizar el amor sobrenatural por el sufrimiento y la renuncia, es aceptar esa voluntad, cualquiera que sea, incluso aunque deba estar conforme con mis deseos humanos; no prevenirla incluso por el sacrificio; estar indiferentemente dispuesto a todo, incluso a la felicidad. Es así como se santifica la felicidad’ (a Paulette Leclercq, 12 de febrero de 1933).
‘La angustia se vale de nosotros a veces: ya te he contado. Hay momentos en que hasta los santos dudan de todo, de su amor y de Dios. Ninguna luz se entrega sin esta noche. Cristo ha cargado en una sola noche de angustias y de dudas (“Padre, ¿por qué me has abandonado?”) todas nuestras noches oscuras…
…No se es decididamente grande… hasta que la vida no te ha puesto en la prueba de negarte rotundamente y sin apelación algo que deseabas con todas tus ganas’ (a Paulette Leclercq, 3 de enero de 1934).
‘Las horas mediocres son quizás la ofrenda propia que se nos pide a nosotros, los hombres del siglo XX’ (a Paulette Mounier, 13 de enero de 1940).
‘No se puede solamente escribir libros. Es preciso que la vida nos arranque periódicamente de la estafa del pensamiento que vive sobre los actos y los méritos de otro’ (Conversaciones X, 28 de agosto de 1940).
‘Sólo las cifras incomprensibles de nuestro destino forman un verdadero libro legible…’ (a Carmelle Dosse, 17 de julio de 1941).
‘¿Cómo llevar vivo lo que no hemos llevado cuando estaba muerto?
…No quiero tapar puerilmente el sufrimiento… No, la única desgracia verdadera es sufrir por separado, dándonos la espalda, cuando se deja de sentir en el mal común esta fraternidad cruel, esta intimidad desgraciada que le arranca su espina profunda’ (a Paulette Mounier, Pascua de 1943).
‘Deberíamos medir la profundidad de los afectos por las alegrías mutuas que nos damos, ciertamente, pero también, y no exagero, por las heridas que nos producimos. Hay heridas inútiles, las que proceden del choque de los egocentrismos; está claro que hablo de otras, de las que son necesarias para no vivir en la mentira y para despertarse mutuamente del sueño de la costumbre…
Lo que es grande es el deseo de amarse y la lucha por el amor. La transfiguración del amor, la beatitud del amor la concede un milagro de vez en cuando’ (a su padre, 28 de abril de 1943).
‘“Honrarás a tus padres”, es decir, que les ayudarás con tu juventud a vencer su vejez. No les dejarás hundirse detrás de la barrera de su debilitamiento, tú demolerás constantemente este muro que hay ante ellos, en la medida en que esto depende de tus fuerzas…’ (a su padre, 28 de abril de 1943).
Tomado de: Emmanuel Mounier, Cartas desde el dolor, México, Jus, 2005.