miércoles, mayo 27, 2009

Cuando no había Dios y el Hombre vivía por sí mismo

Flaubert dijo alguna vez que 'Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que sólo estuvo el Hombre', frase que Marguerite Yourcenar recupera como fondo de su novela Las memorias de Adriano. Adriano, el emperador que era, a la vez, el Hombre sin Dios por antonomasia, de quien ya había incluido su canto al amante muerto, de la pluma de Pessoa. He aquí una selección que he hecho de fragmentos de la novela de Yourcenar, traducida por Julio Cortázar.

‘Los cínicos y los moralistas están de acuerdo en incluir las voluptuosidades del amor entre los goces llamados groseros, entre el placer de beber y el de comer, y a la vez, puesto que están seguros de que podemos pasarnos sin ellas, las declaran menos indispensables que aquellos goces. De un moralista espero cualquier cosa, pero me asombra que un cínico pueda engañarse así. Pongamos que unos y otros temen a sus demonios, ya sea porque luchan contra ellos o se abandonan, y que tratan de rebajar su placer buscando privarlo de su fuerza casi terrible ante la cual sucumben, y de su extraño misterio en el que se pierden. Creeré en esa asimilación del amor a los goces puramente físicos (suponiendo que existan como tales) el día en que haya visto a un gastrónomo llorar de deleite ante su plato favorito, como un amante sobre un hombro juvenil. De todos nuestros juegos, es el único que amenaza trastornar el alma, y el único donde el jugador se abandona por fuerza al delirio del cuerpo. No es indispensable que el bebedor abdique de su razón, pero el amante que conserva la suya no obedece del todo a su dios. La abstinencia o el exceso comprometen al hombre solo; pero salvo en el caso de Diógenes, cuyas limitaciones y cuya razonable aceptación de lo peor se advierten por sí mismas, todo movimiento sensual nos pone en presencia del Otro, nos implica en las exigencias y las servidumbres de la elección. No sé de nada donde el hombre se resuelva por razones más simples y más ineluctables, donde el objeto elegido sea pesado con más exactitud en su peso bruto de delicias, donde el buscador de verdades tenga mayor probabilidad de juzgar la criatura desnuda. Partiendo de un despojamiento que iguala el de la muerte, de una humildad que excede la de la derrota y la plegaria, me maravillo de ver restablecerse cada vez la complejidad de las negativas, las responsabilidades, los dones, las tristes confesiones, las frágiles mentiras, los apasionados compromisos entre mis placeres y los del Otro, tanto vínculos irrompibles y que sin embargo se desatan tan pronto. El juego misterioso que va del amor a un cuerpo al amor de una persona me ha parecido lo bastante bello como para consagrarle parte de mi vida. Las palabras engañan, puesto que la palabra placer abarca realidades contradictorias, comporta a la vez las nociones de tibieza, dulzura, intimidad de los cuerpos, y las de violencia, agonía y grito. La obscena frasecita de Posidonio sobre el frote de dos parcelas de carne —que te he visto copiar en tu cuaderno escolar como un niño aplicado— no define el fenómeno del amor, así como la cuerda rozada por el dedo no explica el milagro infinito de los sonidos. Esa frase no insulta a la voluptuosidad sino a la carne misma, ese instrumento de músculos, sangre y epidermis, esa nube roja cuyo relámpago es el alma.’

‘En qué difiere esencialmente el sufrimiento de la hierba segada del de los carneros degollados, y si nuestro horror ante las bestias asesinadas no se debe sobre todo a que nuestra sensibilidad pertenece al mismo reino.’

‘Nuestro gran error está en tratar de obtener de cada uno en particular las virtudes que ni posee, descuidando cultivar aquellas que posee.’

‘Cada hombre está eternamente obligado, en el curso de su breve vida, a elegir entre la esperanza infatigable y la prudente falta de esperanza, entre las delicias del caos y las de la estabilidad, entre el Titán y el Olímpico. A elegir entre ellas, o a acordarlas alguna vez entre sí.’

‘Ser dios, en resumidas cuentas, exige más virtudes que ser emperador.’

‘La pasión colmada posee su inocencia, casi tan frágil como las otras; el resto de la belleza humana pasaba a ser espectáculo, no era ya la presa que yo había perseguido como cazador.’

‘Los extremos de la virtud se asemejan a los del amor en que su mérito proviene precisamente de su rareza, de su condición de obra maestra única, de hermoso exceso.’

‘¿Qué es la voluptuosidad sino un momento de apasionada atención al cuerpo?’

‘La memoria de la mayoría de los hombres es un cementerio abandonado donde yacen los muertos que aquéllos han dejado de honrar y de querer. Todo dolor prolongado es un insulto a ese olvido.’

‘La seriedad algo pesada de Roma, su sentido de la continuidad y su gusto por lo concreto habían sido necesarios para transformar en realidad lo que en Grecia seguía siendo una admirable concepción del espíritu, un bello impulso del alma.’

‘Llegaba a la edad en que cada lugar hermoso nos recuerda otro aún más bello, donde cada delicia se carga con el recuerdo de delicias pasadas. Aceptaba entregarme a esa nostalgia que llamamos melancolía del deseo.’

‘En el caso de la mayoría de los seres, los contactos más ligeros y superficiales bastan para contentar nuestro deseo, y aun para hartarlo. Si insisten, multiplicándose en torno de una criatura única hasta envolverla por entero; si cada parcela de un cuerpo se llena para nosotros de tantas significaciones trastornadas como los rasgos de un rostro; si un solo ser, en vez de inspirarnos irritación, placer o hastío, nos hostiga como una música y nos atormenta como un problema; si pasa de la periferia de nuestro universo a su centro, llegando a sernos más indispensable que nuestro propio ser, entonces tiene lugar el asombroso prodigio en el que veo, más que un simple juego de la carne, una invasión de la carne por el espíritu.’

Marguerite Yourcenar

jueves, mayo 21, 2009

‘Ausencia de Dios’ de Mario Benedetti


Como todos saben, acaba de morir el escritor uruguayo Mario Benedetti, que, curiosamente, mencioné a propósito de Jaime Sabines en una entrada anterior, hablando sobre la docilidad y popularidad de la poesía de los dos. Igualmente, para no perder el tono del blog, incluyo este poema como homenaje al maestro Benedetti, recquiescat in pax.

‘Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.

Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.

Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.

Ahora que miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que Dios se muere, se resbala,
que Dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.

Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.’

Mario Benedetti (1920-2009).

CCX aniversario luctuoso de Sir George Frederick Haendel

2009 es el año Händel, pues se conmemoran 250 años de la muerte del compositor alemán-nacionalizado británico, el 14 de abril de 1759.

Balthasar Denner, George Frideric Handel, c. 1749.

Sirva esta breve entrada como tributo a uno de mis compositores favoritos y, ciertamente, uno de los grandes de la historia de la música. Para ello, incluyo una selección subjetiva y personal de sus obras.
  • Video de la obertura del Festival para los fuegos artificiales reales, en su orquestación original para 24 oboes, 16 fagotes, 1 contrafagot, 9 trompetas, 9 cornos, 6 timbales y 6 tambores, dirigida por Robert King (con instrumentos de época).
  • Video del aria 'The trumpet shall sound' del oratorio El Mesías, la poderosa declaración de que la muerte ha sido vencida para siempre (1 Cor XV, 52-53), interpretada por el barítono Teddy Tahu Rhodes y la Orchestra of the Antipodes, bajo la batuta de Antony Walker.
  • Dos versiones en video del aria 'Presti ormai l'egizia terra' de la ópera Giulio Cesare in Egitto. Julio César canta mientras desembarca, triunfante, en Egipto. La primera es del contratenor Graham Pushee y la Orquesta de la Ópera Australiana bajo Richard Hickox. La segunda es de Jeffrey Gall, en la irreverente puesta en escena de Peter Sellars, donde Julio César no es sino el presidente de los Estados Unidos, realizando una visita de Estado a alguna dictadura del Medio Oriente. Dirigida por Craig Smith.
  • Video del aria 'Al lampo dell'armi' de la misma ópera, que muestra a Julio César, a punto de ser asesinado, jurando venganza. La canta el contratenor Andreas Scholl y lo dirige Lars Ulrik Mortensen con la orquesta Concerto Copenhagen.
  • Video del aria 'Pastorello d'un povero armento' de la ópera Rodelinda, regina de' longobardi, una de las arias operísticas más intensas y poderosas, cuya letra dice: 'Pastorello d'un povero armento / pur dorme contento / sotto l'ombra d'un faggio o d'alloro. / Io, un regno monarco fastoso, / non trovo riposo / sotto l'ombra di porpora e d'oro', o sea: 'El pastor de un pobre rebaño puede dormir contento a la sombra del haya y del laurel, mientras que yo, monarca de un fastuoso reino, no hayo descanso a la sombra de la púrpura y el oro'. La interpreta el tenor Kurt Streit, dirigido por William Christie, al frente de la Orchestra for the Age of Enlightenment.
G. G. Jolly

miércoles, mayo 06, 2009

‘Me encanta Dios’ de Jaime Sabines

En marzo de este año tuvimos un nuevo aniversario luctuoso: los diez años de Jaime Sabines, el chiapaneco que, si bien no fue el mejor de los poetas mexicanos ese título se lo reservo, sin aventurarme mucho, a Octavio Paz, sí, creo, el más popular. Quizá solamente junto al uruguayo Mario Benedetti, Sabines igual se lee en tertulias literarias de café, se publica en revistas académicas o de difusión, se lo recita en el metro o los camiones por unas monedas, lo imitan y plagian adolescentes, tanto poetas malditos como jóvenes Werthers... Es de los escasísimos poetas que garantizan que un maestro de literatura de mediano nivel pueda tener éxito en su clase y despertar interés entre sus preparatorianos.

Marc Chagall, Eva decepciona a Dios, 1960.

Entre los muchos de sus poemas que me gustan, reproduzco éste, que va bastante bien con este espacio, de corte tan poco secular.
‘Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos.

Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero esto a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida no tú ni yo la vida, sea para siempre.

Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang... Pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.

A mí me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho ?frente al ataque de los antibióticos ¡bacterias mutantes!

Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo y de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble.

Mueve una mano y hace el mar, y mueve la otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.

Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia y se agita y crece cuando Dios se aleja.

Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.

A mí me gusta, a mí me encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios.’

Jaime Sabines (1926-1999)

Maurice Jarre (1924-2009), in memoriam

El 29 de marzo pasado, falleció el compositor francés Maurice Jarre (1924-2009), padre del también compositor Jean Michel Jarre. Recordado por su trabajo en partituras para películas, y no nada más galardonadas con varios premios incluidos varios Óscares— y vivas en la memoria del gran público, sino también de gran valía musical —en un género infravalorado por los puristas y hasta por los villamelones—.

Desde las soberbias Lawrence de Arabia (1962), Dr. Zhivago (1965), A Passage to India (1984) de la mano del director David Lean— y sus grandes orquestas, hasta las novedosas partituras electrónicas, con sintetizadores: Fatal Attraction (1987) de Adriane Lyne y No Way Out (1987) de Roger Donaldson.

Finalmente, como pequeño tributo, incluyo aquí un pedazo de la que encuentro mejor entre sus composiciones: la banda sonora de la miniserie Jesus of Nazareth (1977) de Franco Zeffirelli. Además de que lleva y refuerza la historia a la perfección, respetando los colores, matices y la humilde grandeza de la mejor vida de Cristo jamás filmada, tiene una magnífica orquestación, riqueza melódica y curiosos ritmos 'mediorientales'. ¡Por el descanso del maestro Jarre!