martes, diciembre 26, 2006

El cuestionario de Proust

Éste es el Cuestionario Proust, lo hizo Marcel Proust —el autor de En busca deltiempo perdido— y ha pasado de mano en mano hasta nuestros días. A mí me lo mandaron y lo contesté.

Si fueras ciudad, ¿cuál te gustaría ser?
La Roma en tiempos de Adriano, Granada en tiempos de al-Ándalus, el Londres victoriano, Nueva York, la Viena dieciochesca o Jerusalén.

Si fueras libro, ¿cuál te gustaría ser?
Al este del Edén de John Steinbeck, Los miserables de Victor Hugo, La guerra y la paz de Liev Tólstoi, La Ilíada de Homero, La Eneida de Virgilio. Incluso, el Talmud… (puros libros gordos y grandiosos, ¿megalomanía?).

Si fueras fruta, ¿cuál te gustaría ser?
Yo creo que un kiwi: extravagante, dulce y peludo… (bueno, ya soy así...).

Si fueras bebida, ¿cuál te gustaría ser?
Una Coca Cola bien fría o un buen vino tinto de California (así soy, contradictorio y unificador de extremos).

Si fueras platillo, ¿cuál te gustaría ser?
Paella valenciana.

Si fueras canción, ¿cuál te gustaría ser?
La 5ª sinfonía de Gustav Mahler (aunque no sea canción).

Si fueras animal, ¿cuál te gustaría ser?
Una ballena azul.


Si fueras personaje de ficción, ¿cuál te gustaría ser?
Eneas, Lucien de Rubempré (el de Ilusiones perdidas de Balzac), León Dupuis (el amante de Emma Bovary), Jack Aubrey o Henry Maturin (de la saga de Patrick O’Brian Capitán de mar y guerra).

Si fueras heroína de ficción, ¿cuál te gustaría ser?
Marguerite Gautier, ‘La dama de las camelias’, Madame Bovary o Anna Kariénina… aunque preferiría, por sobre todas ellas, a Lady de Winter (una de las más perras entre las perras malditas de la literatura, salida de las páginas de Los tres mosqueteros de Alexandre Dumas).

Si fueras calle de la ciudad de México, ¿cuál te gustaría ser?
Orizaba, en la colonia Roma.

Si fueras teoría filosófica, ¿cuál te gustaría ser?
El personalismo en su rama veterotestamentaria (Buber, Lévinas, Rosenzweig).

Si fueras poema, ¿cuál te gustaría ser?
‘Antinoo’ de Fernando Pessoa.

Si fueras letra —de la A a la Z—, ¿cuál te gustaría ser?
La W o la Z.

Si fueras cifra, ¿cuál te gustaría ser?
9.888

Si fueras mineral, ¿cuál te gustaría ser?
Un safiro.

Si fueras estrofa, ¿cuál te gustaría ser?
Chi son? Sono un poeta.
Che cosa faccio? Scrivo.
E come vivo? Vivo!
(de la ópera La Bohème de Giaccomo Puccini)

Si fueras instrumento musical, ¿cuál te gustaría ser?
Un órgano monumental, un timbal o la voz humana…

Si fueras máquina —simple o complicada—, ¿cuál te gustaría ser?
Un gran transatlántico de la belle époque o posterior, como el Normandie. (Parecería que soy un megalómano de pacotilla, pues he mencionado muchas cosas muy grandes: sinfonías megalómanas, órganos monumentales, libros gordos, grandes mamíferos y máquinas…)

Si fueras edificio —iglesia, palacio, casa o lo que sea—, ¿cuál te gustaría ser?
La basílica de San Pedro o el Kriémlin.

Si fueras santo, ¿cuál te gustaría ser?
San Pedro (el único tan cabezota y terco como yo), San Iñaki López de Oñaz y de Loyola, San Luis IX de Francia, San Pío X

¿Cual sería tu mayor desgracia?
Quedarme ciego y/o sordo.

¿Qué quisieras ser?
Cantante de ópera, emperador romano, cardenal, explorador del siglo XIX…

¿Dónde desearías vivir?
Roma, San Petersburgo, Jerusalén, Cuba…

¿El color que prefieres?
Azul.

¿La flor que prefieres?
La rosa, el jacinto.

¿El pájaro que prefiero?
El colibrí.

¿Mis autores preferidos en prosa?
Oscar Wilde, Joseph Ratzinger, John Steinbeck, Elfriede Jelinek, Carlo Maria Martini, Eduardo Mendicutti, Gore Vidal, Octavio Paz, Martin Buber, Thomas Mann, Enrique Krauze, Alexandre Dumas

¿Mis poetas preferidos?
Octavio Paz, Fernando Pessoa, Homero, Virgilio, Sylvia Plath, Vicente Huidobro, Paul Verlaine, Arthur Rimbaud, Catulo, José Saramago, William Shakespeare, W. H. Auden, Walt Whitman, Lord Byron

¿Mis héroes de ficción?
Jack Aubrey, Eneas, Sam Hamilton o Lee (los más sabios de Al este del Edén).

¿Mis heroínas favoritas de ficción?
Madame Bovary, Marguerite Gautier, Anna Kariénina, pero, sobre todo, Lady de Winter (aunque ella es villanísima).

¿Mis compositores preferidos?
W. A. Mozart, Philip Glass, Henryk Górecki, J. S. Bach, G. F. Händel, Richard Wagner, Gioacchino Rossini, Gustav Mahler, Dmitrí Dmítrievich Shostákovich, John Williams, Wim Mertens, Wojciech Kilar, Zbigniew Preisner, Richard Strauss

¿Mis pintores predilectos?
Claude Monet, Marc Chagall, Jackson Pollock, Diego de Velázquez, Henri de Toulouse-Lautrec, Vasilí Kandinski, El Greco, Oskar Kokoschka, Esteban Murillo

¿Mis héroes de la vida real?
Juan Pablo II y el señor Shie Gilbert (ambos nacidos en Polonia en 1920). Benedicto XVI, que forma la tríada del 27, junto con Ernesto de la Peña y mi tío Felipe.

¿Mis heroínas históricas?
Hannah Arendt, María Teresa de Austria, Catalina II e Isabel II de Rusia, Simone de Beauvoir, Santa Teresa de Jesús, Santa Edith Stein, la Beata Teresa de Calcuta

¿Mis héroes históricos?
Sir Winston Churchill, Juan Pablo II, Alejandro Magno, Adriano, Trajano, Marco Aurelio, San Ignacio de Loyola, Juan de Austria, Felipe II, Federico el Grande, Sir Georg Solti, Daniel Barenboim, Plácido Domingo, José Carreras y Luciano Pavarotti

¿Mis nombres favoritos?
Aarón y Moisés, José, Julio César, Horacio, Trajano, Adriano, Antinoo, Alejandro, Luis Felipe, María Fernanda…

¿Qué detesto más que nada?
La ignorancia voluntaria.

¿A qué personajes de la historia desprecio más?
Hitler y toda su calaña. Lutero, Calvino y Zwinglio. Hussein, Milošević, Amin, Chávez, Pinochet, la familia Saúd, Bin Laden, el reverendo Fred Phelps, Richard Wagner, José Luis Rodríguez Zapatero, Mahmoud Ahmadineyad, Kim Jong-il


¿Qué reforma admiro más?
Los Concilios de Trento y Vaticano II. La creación de la ONU. Los juicios de Núremberg y Tokio.

¿Qué dones naturales quisiera tener?
Lucir como un modelo de Armani o Calvin Klein…

¿Cómo me gustaría morir?
Exhausto (y de no más de 80)...

¿Estado presente de mi espíritu?
En apatía sacramental…

¿Hechos que me inspiran más indulgencia?
Las metidas de pata bien intencionadas.

¿Mi lema?
‘Soy un filósofo aullador. Mis ideas -si ideas son- ladran: no explican nada, estallan.’ E. M. Cioran

sábado, diciembre 23, 2006

¡Feliz Navidad 2006 y próspero año 2007!

A todos mis lectores les deseo que pasen unas bellísimas fiestas y que tengan un excelente año 2007. Y quisiera agregar algo más:

¿Qué significa la Navidad realmente?, ¿qué celebramos?, ¿por qué es una época de paz y de amor?, ¿por qué se dan regalos?

Conmemoramos el nacimiento de Jesús de Nazaret, Cristo, el Mesías… en Belén de Judá.

Pero, ¿qué nos dice aquello, que pudiese parecer tan trillado?

Dejemos que un experto y hombre de fe lo responda:

‘[La Navidad es el mayor ejemplo de que] la elección de lo humilde caracteriza la historia de Dios con el ser humano. Esta característica la vemos primeramente en el escenario de la actuación divina, la tierra, esa mota de polvo perdida en el universo; en que dentro de ella, Israel, un pueblo prácticamente sin poder, se convierte en el pilar de su historia; en que Nazareth, otro lugar completamente desconocido, se convierte en su patria; en que el hijo de Dios nace finalmente en Belén, fuera del pueblo, en un establo. Todo esto muestra una línea: Dios coloca su medida, el amor, frente al orgullo humano. Éste es en el fondo el núcleo, el contenido original de todos los pecados, es decir, el querer erigirse uno mismo en Dios. El amor, por el contrario, es algo que no se eleva, sino que desciende. El amor muestra que lo auténtico consiste precisamente en descender. Que llegamos a lo alto cuando bajamos, cuando nos volvemos sencillos, cuando nos inclinamos hacia los pobres, hacia los humildes’.(1)

¡Feliz Navidad 2006 y próspero año 2007!

G. G. Jolly

(1) Joseph cardenal Ratzinger, Dios y el mundo. Creer y vivir en nuestra época, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2002. p. 200.

domingo, diciembre 17, 2006

Dios se ha llevado a mi primer hermano


Esta mañana, sin previo aviso y en tan sólo unos cuantos minutos, el Señor se llevó a mi hermano de comunidad, el padre Carlos Ignacio González Jiménez, SJ, (1937-2006) doctor en filosofía y teología, académico y profesor de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, la Facultad de Estudios Teológicos de Lima, Perú y del Seminario Mayor de la Arquidiócesis de Guadalajara, México, autor y traductor de más de una treintena de libros y miembro muy estimado de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús.

Por favor, inclúyanle en sus oraciones.

G. G. Jolly

jueves, diciembre 14, 2006

Por una ética sexual humanista (I)

Michelangelo Buonarotti, Adán y Eva en la Capilla Sixtina, circa 1508-1512.

Introducción

En los albores del siglo XXI, existe un fenómeno antropológico y cultural muy especial que está en boga, del que todo el mundo habla, que vemos y sentimos en todos lados, que invade los medios de comunicación y nuestro entorno todo: el sexo.

Hace un siglo, justamente, que el doctor Freud, en Viena, ponía la sexualidad en el centro de la vida humana, para gran escándalo de la hipócrita y moralista sociedad victoriana de entonces. Esto no sólo rompió con tabúes y reglas establecidas, sino que abrió la puerta a una visión del ser humano mucho más profunda e integral, pues ‘La persona humana, según los datos de la ciencia contemporánea, está de tal manera marcada por la sexualidad,(1) que ésta es parte principal entre los factores que caracterizan la vida de los hombres y mujeres en el plano biológico, psicológico y espiritual, teniendo así mucha parte en su evolución individual y en su inserción en la sociedad’.(2)

Sin embargo, aunque Freud acentuó excesivamente la sexualidad —algo muy positivo en su momento y su contexto—, fracasó en comprenderla con profundidad, tal y como critica Erich Fromm.(3) Es a partir de este fracaso, conjuntamente al desarrollo tecnológico y económico de Occidente en la posguerra, que el sexo invadió las sociedades y desvirtuó a la sexualidad.

La sexualidad, un don completamente humano

He de partir de la premisa que el hombre, como animal racional, ha emergido de la naturaleza y la ha trascendido —aunque sin abandonarla jamás ni dejar de pertenecer a ella—. No puede regresar a ella, sólo puede ir hacia delante, utilizando la misma razón, artífice de este éxodo. Según Martin Buber, primero hay una distancia originaria en que el hombre tiene conciencia, al mismo tiempo, del ser de su yo y del ser del otro, enfrente e independiente de él; y segundo, que una vez establecida esta distancia, él funda relaciones con los otros, establece lenguajes y crea mundos.(4) Se ha convertido en persona humana; una entidad, una realidad sumamente compleja, con muchas dimensiones, principalmente, la de ser un ente dialógico. De hecho, si examinamos la etimología de la palabra persona, nos encontramos la relación como su elemento constitutivo principal: en griego, prosopon contiene la partícula pros, ‘a’, ‘hacia’; mientras que persona en latín significa ‘resonar a través de’, e indica relación como comunicabilidad.(5)

Por todo lo anterior quería hacer la diferenciación entre hombre y persona humana, y también para evitar un odioso pandeterminismo, según el cual el ser humano es sólo producto de la herencia, el medioambiente y procesos condicionados —‘Yo soy yo y mi circunstancia’, diría Miguel de Unamuno—. El hombre, por naturaleza, tiene una agresividad animal y un instinto violento; mientras que la persona humana, también de forma natural, cuenta con la capacidad tanto de odiar como de amar. El hombre necesita alimentarse para sobrevivir, y por eso tiene apetito y un avanzado sistema digestivo; la persona humana es capaz de transformar las plantas y los animales en platillos complejísimos, manjares gourmet dignos de dioses. El hombre, al igual que los animales, puede emitir sonidos o hacer ruido con herramientas para comunicarse; mas la persona humana crea sistemas lingüísticos como el latín, el hebreo, el español, el inglés o el náhuatl —y los registra en diccionarios y estudia mediante tratados de gramática—, lo mismo que produce violines, pianos y orquestas, para los que compone conciertos, sinfonías y Te Deums. El hombre transforma su entorno con herramientas de piedra y madera; y la persona humana construye palacios, catedrales, presas, rascacielos y esculpe El David y El Pensador. De la misma manera, el hombre experimenta un deseo sexual intrínseco en él; la persona humana, por su parte, se entrega desinteresadamente al otro y ama con pasión.

La sexualidad de la persona humana, por lo tanto, va mucho más allá de los aspectos fisiológicos; no es solamente el estudio de la menstruación, las erecciones, el efecto de las hormonas o el instinto de reproducción que asegura la subsistencia del hombre. Es, en cambio, algo que está inscrito profundamente en nuestro ser-personas, que determina nuestro carácter, nuestra composición psico-espiritual y, sobre todo, el modo en el que nos relacionamos con el otro —implica la totalidad de la forma como experimentamos el ser-dialógicos—.

De esta forma, podemos ver cómo la sexualidad, entendida como fenómeno íntimamente humano, es un don de las personas mediante, por el cual y para el que se relacionan. Es una de las mayores oportunidades para salir al encuentro de y encontrarme en el otro, especialmente si se trata de la relación de amor absoluto entre varón y mujer. Hay que profundizar, pues, en el encuentro con la alteridad del otro, que, mediante la eliminación de la ‘separatidad’,(6) hace al hombre una persona humana completa, que ama con libertad y que, consecuentemente, necesita de la ética, tal como afirma Emmanuel Lévinas: ‘La relación metafísica [entre seres], la relación con el exterior [con el otro], no es posible sino como relación ética’.(7)

G. G. Jolly

(1) En adelante, utilizaré los términos sexo y sexualidad para referirme a cosas distintas. El primero, para el fenómeno cultural y antropológico descrito en el primer párrafo y el segundo para el fenómeno que caracteriza el ser mismo de la persona humana, en toda su profundidad y enmarcada en las dimensiones físico-biológica, psicológica y espiritual.
(2) Congregación para la doctrina de la fe, Declaración Persona humana acerca de ciertas cuestiones de ética sexual, Roma, 1975. I.
(3) Erich Fromm, El arte de amar, Barcelona, Paidós, 2004. pp. 43-45.
(4) Roger Calles, ‘Martin Buber, una alternativa al individualismo’, en Martin Buber, El camino del hombre, Altamira, Argentina, 2003. p. 13.
(5) Joseph Ratzinger, Introducción al cristianismo, Salamanca, Sígueme, 2005. p. 153.
(6) v. Erich Fromm, Id. p. 19.
(7) Emmanuel Lévinas, ‘Libertad y mandamiento’, La huella del Otro, México, Taurus, 1998 [Traducción de Silvana Rabinovich].

martes, diciembre 05, 2006

‘La oración de la liberación integral: el Padrenuestro’ de Leonardo Boff, O. F. M.(III)

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‘En la oración del Señor encontramos prácticamente la correcta relación entre Dios y el hombre, el cielo y la tierra, lo religioso y lo político, manteniendo la unidad del único proceso. La primera parte dice respecto a la causa de Dios: el Padre, la santificación de su nombre, su reinado, su voluntad santa. La segunda parte concierne a la causa del hombre: el pan necesario, el perdón indispensable, la tentación siempre presente y el mal continuamente amenazador. Entre ambas partes constituyen la misma y única oración de Jesús. Dios no se interesa sólo de lo que es suyo —el nombre, el reinado, la voluntad divina—, sino que se preocupa también por lo que es el hombre —el pan, el perdón, la tentación, el mal—. Igualmente, el hombre no sólo se apega a lo que le importa —el pan, el perdón, la tentación, el mal—, sino que se abre también a lo concerniente al Padre: la santificación de su nombre, la llegada de su reinado, la realización de su voluntad.

En la oración de Jesús, la causa de Dios no es ajena a la causa del hombre, y la causa del hombre no es extraña a la causa de Dios. El impulso con el que el hombre se levanta hacia el cielo y suplica a Dios, se curva también hacia la tierra y atañe a las urgencias terrestres. Se trata del mismo movimiento profundamente unitario, y esta mutua implicación es justo lo que produce la transparencia en la oración del Señor.

Lo que Dios unió —la preocupación por Dios y el reinado de Satanás. El Padre está cercano (nuestro), pero también lejano (en los cielos). En la boca de los hombres hay blasfemias, y por eso es preciso santificar el nombre de Dios. En el mundo impera toda suerte de maldades que exaspera el ansia por la venida del reinado de Dios que es de justicia, de amor y de paz. La voluntad de Dios es desobedecida, e importa realizarla en nuestras obras. Pedimos el pan necesario porque muchos, por el contrario, no lo tienen. Imploramos que Dios nos perdona todas las interrupciones de la fraternidad porque, si no, somos incapaces de perdonar a quienes nos han ofendido. Suplicamos fuerza contra las tentaciones, pues de otro modo caemos míseramente. Gritamos que nos libre del mal porque, de lo contrario, apostamos definitivamente. Y bien, a pesar de esta densa conflictividad, la oración del Señor está transida de un aura de confianza alegre y de sereno abandono, porque de todo ese contenido —integralmente— hace objeto de encuentro con el Padre.

Si nos fijamos bien, el Padrenuestro tiene que ver con todas las grandes cuestiones de la existencia personal y social de todos los hombres en todos los tiempos. En él no hay ninguna referencia a la Iglesia, y ni siquiera se habla de Jesucristo, de su muerte o de su resurrección. El centro lo ocupa Dios juntamente con el otro centro que es el hombre necesitado. Ahí radica lo esencial. Todo lo demás es una consecuencia o comentario, concedido al lado de lo esencial. “Pedid cosas grandes, y Dios os dará las pequeñas”: ésta es una frase de Jesús transmitida fuera del Evangelio por Clemente de Alejandría (140-211). Es una hermosa lección: hay que ensanchar la mente allende nuestro pequeño horizonte y el corazón allende nuestros límites. Entonces encontraremos lo esencial, tan bien expresado por Jesús en la oración que nos enseñó, el Padrenuestro.

El orden de las peticiones no es arbitrario. Se empieza por Dios y sólo después se pasa al hombre; porque a partir de Dios, de su óptica, es como nos preocupamos de nuestras necesidades; y en medio de nuestras miserias es desde donde debemos preocuparnos de Dios. La pasión por el cielo se articula con la pasión por la tierra. Toda verdadera liberación, en perspectiva cristiana, arranca de un profundo encuentro con Dios que nos lanza a la acción comprometida. Justo ahí oímos su voz que nos lanza a la acción comprometida. Justo ahí oímos su voz que nos dice continuamente: ¡vete! Todo proceso de liberación que no llegue a dar con el motor último de toda actividad, Dios no logra su intento y no alcanza la integralidad. En el Padrenuestro encontramos esta feliz relación. No sin razón la esencia del mensaje de Jesús —el Padrenuestro— ha sido formulada no en una doctrina, sino en una oración.’

Tomado de: Leonardo Boff, O. F. M. , Padrenuestro, Buenos Aires, Ediciones Paulinas, 1986. pp. 12-14.