Testimonio de un novicio jesuita
Antes de terminar el año, mis queridos lectores, quisiera compartir con ustedes algo que, de alguna manera, resumiera mi experiencia como novicio en la Compañía de Jesús. No he escrito nada al respecto, por falta de tiempo, mas un buen amigo mío, bastante interesado en este blog, me sugirió que publicase una carta que él escribió a unas amigas suyas, tratando de poner en palabras lo que significa este cambio de vida. Como concuerdo completamente con lo que hay en la carta y con atención especial a mi amigo, aquí la publico, con mis mejores deseos para el 2008.
‘‘Cd. Guzmán, Jalisco, 16 de noviembre de 2007.
‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si me conocéis a mí, conocéis también a mi Padre.’ (Jn XIV, 6-7)
‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si me conocéis a mí, conocéis también a mi Padre.’ (Jn XIV, 6-7)
Mis queridas niñas:
Quise iniciar con estos versículos de Juan a manera de introducción, cuerpo y síntesis de esta carta y de mi experiencia en estos casi cuatro meses de novicio.
Primero quiero desearles la paz del Señor y todas las bendiciones que sólo Él puede darles. Les escribo de puño y letras porque es la mejor vía que tengo para expresarles mi cariño, mi recuerdo y el lugar que ocupan en mi corazón; es una forma de trascender las barreras físicas y encontrarnos en el lugar más puro de la amistad.
Durante estos meses he vivido primordialmente en consolación, estado que me permite enfrentar mi pasado, miedos, heridas, frustraciones, desde una perspectiva de sanar, integrar y aceptar mi persona y cuerpo como uno solo, relativizando todo en torno a mi experiencia de fe y como creyente, para donar mi ser a la misión de Jesús.
Dentro de las experiencias que el noviciado ofrece les comparto las que más me han marcado y algunos de los frutos obtenidos gracias a ellas, así como algunas tareas a trabajar en el día a día.
La experiencia de vivir en comunidad, los oficios, aseos y la estructura (los horarios) me han roto esquemas que tenía para relacionarme y ubicarme en la realidad. Voy aprendiendo a disfrutar nuevas maneras y posponer la inmediatez de mis deseos (placeres), encontrando gozo (algunas veces) en mis responsabilidades y obligaciones: la invitación de Dios a vivir cada instante al máximo y como tiempo de gracia.
San Ignacio comparte en una de sus frases: ‘No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el gustar y saborear intensamente las cosas’. Esto me parece una clara manifestación de Dios en toda la creación. Es muy difícil, por supuesto, pero es el reto que me he planteado como eje de mi vida y motor de mi voluntad. En el rancho al que voy de apostolado los fines de semana me tocaron hace poco unos XV años, y me impactó que la familia, muy pobre, consiguiera padrinos para pagar todo (padrinos para el baile, bebidas, comida, medalla, vestido… hasta de vasos). Lo primero que me vino a la mente fue juzgar al rancho, pues no es posible que, siendo pobres, gastaran un dineral (que no tienen) en una fiesta. Durante la fiesta recordé una frase que me dijo el Padre maestro: ‘Los ricos se divierten, los pobres disfrutan’. Esto cambió mi percepción y me permitió gozar y gustar internamente de la fiesta, me abrió el corazón para aprender a disfrutar la vida y quitarme toda la basura mental que mi cultura, sociedad, familia y educación me ha transmitido. Fue una probadita de Dios al hacerme parte del pueblo y del pobre en momentos de recreación y disfrute, donde todos somos convidados del banquete y la fiesta: ¡es solo hecho de unos XV años es razón suficiente para reunirse y festejar en comunidad!
La semana pasada fui a Tapalpa a un taller de sexualidad. Yo traía todos los esquemas y prejuicios que se puedan imaginar. El inicio del taller significó limpiar los juicios y mitos de la sexualidad para comprenderla en su extensión real, como el espacio donde todo mi ser se juega y se relaciona con otros, es decir, los modos que utilizo para relacionarme. Durante esa semana enfrenté miedos y heridas, el miedo a expresar mi interior y quedar expuesto ante los demás, el miedo a perder mi imagen del niño buena onda que se divierte y siempre está feliz. Algo que surge últimamente es la búsqueda de la integración de momentos de seriedad y momentos de alegría, ir encontrando el punto de donde parte a cualquier polo y no absolutizar mi persona en ninguno de ellos (desmadre, valemadrismo, nada me importa… creo que saben a qué me refiero). Esta nueva forma de encontrarme y descubirme me hace sentir real, auténtico y sincero, dejo un poco de lado las ambigüedades para dejar que me conozcan más y no tengan que estar adivinando quién soy, cómo soy o qué siento.
Este encuentro conmigo me lleva a dos procesos fundamentales. El primero ha sido reconocer la imagen falsa que tenía de Dios: un dios que se puede manipular, chantajear y hecho a mi medida, que me permitía no sentirme culpable, ya que la razón y la verdad eran mías y él secundaba mis decisiones, forma y modo de vida. Ahora creo estar en mejor situación, reconociéndome criatura ante el Creador y reconociendo que todo bien recibido viene de Dios, lo cual me da un sentido de filiación con Él, y hermano de los demás en Jesús; me abre el entendimiento hacia el sentido de gratuidad y de amor infinito del padre, me hace sentir amado por Él y agradecer profundamente todos los dones recibidos. Esto me hace recibirles a ustedes en mi vida como don y gracia de Dios, y estoy profundamente agradecido por ello. El segundo es reconocer en todas las cosas y en los demás la esencia creadora de Dios, para así realizarme y descubrir la realidad con esperanza a través de la fe; es un sentimiento de presencia de Dios y sobre todo de creer en la gente y creer que al relacionarnos unos con otros nos estamos ayudando a crecer como personas y volvernos más humanos.
Como pueden ver, en estos dos puntos surgen actitudes y actividades a los que había dado la vuelta y evitado. He descubierto el sentir y la utilidad de la culpa, actitud que, aunque no me parece del todo agradable, reconozco que la hay de un tipo sano, pues me saca de mí mismo y me proyecta a los demás, por un lado; y por otro, no he podido evadir el enfrentarme y profundizar en mí. Acepto que la vivencia del noviciado no es terapéutica; más bien ha sido descubrir y renacer en mi vida espiritual y releer mi vida espiritual con ojos de creyente, aceptándome como criatura de Dios. Esto último es lo que me ha dado valor para dejar de evitar el sufrimiento y el dolor, afrontándolo en compañía y como proyección a mi futuro. Es muy gustoso y agradable tomar muy en serio mi vida, la vida y hacerme responsible de mí.
Les confieso que ahora me siento en paz y consolado al descubrir mi corazón y mi vivencia ante ustedes, me siento libre de poder expresarme y reconfortado de espíritu al sentirlas cerca y saber que mi sinceridad acrecenta nuestra amistad y cariño. En lo personal, creo que para crecer y humanizarme necesito de los demás, por lo que considero como invitación de Dios el compartirles un pedacito de mi historia y hacerlo con la autenticidad que mis miedos y traumas me permiten.
Primero quiero desearles la paz del Señor y todas las bendiciones que sólo Él puede darles. Les escribo de puño y letras porque es la mejor vía que tengo para expresarles mi cariño, mi recuerdo y el lugar que ocupan en mi corazón; es una forma de trascender las barreras físicas y encontrarnos en el lugar más puro de la amistad.
Durante estos meses he vivido primordialmente en consolación, estado que me permite enfrentar mi pasado, miedos, heridas, frustraciones, desde una perspectiva de sanar, integrar y aceptar mi persona y cuerpo como uno solo, relativizando todo en torno a mi experiencia de fe y como creyente, para donar mi ser a la misión de Jesús.
Dentro de las experiencias que el noviciado ofrece les comparto las que más me han marcado y algunos de los frutos obtenidos gracias a ellas, así como algunas tareas a trabajar en el día a día.
La experiencia de vivir en comunidad, los oficios, aseos y la estructura (los horarios) me han roto esquemas que tenía para relacionarme y ubicarme en la realidad. Voy aprendiendo a disfrutar nuevas maneras y posponer la inmediatez de mis deseos (placeres), encontrando gozo (algunas veces) en mis responsabilidades y obligaciones: la invitación de Dios a vivir cada instante al máximo y como tiempo de gracia.
San Ignacio comparte en una de sus frases: ‘No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el gustar y saborear intensamente las cosas’. Esto me parece una clara manifestación de Dios en toda la creación. Es muy difícil, por supuesto, pero es el reto que me he planteado como eje de mi vida y motor de mi voluntad. En el rancho al que voy de apostolado los fines de semana me tocaron hace poco unos XV años, y me impactó que la familia, muy pobre, consiguiera padrinos para pagar todo (padrinos para el baile, bebidas, comida, medalla, vestido… hasta de vasos). Lo primero que me vino a la mente fue juzgar al rancho, pues no es posible que, siendo pobres, gastaran un dineral (que no tienen) en una fiesta. Durante la fiesta recordé una frase que me dijo el Padre maestro: ‘Los ricos se divierten, los pobres disfrutan’. Esto cambió mi percepción y me permitió gozar y gustar internamente de la fiesta, me abrió el corazón para aprender a disfrutar la vida y quitarme toda la basura mental que mi cultura, sociedad, familia y educación me ha transmitido. Fue una probadita de Dios al hacerme parte del pueblo y del pobre en momentos de recreación y disfrute, donde todos somos convidados del banquete y la fiesta: ¡es solo hecho de unos XV años es razón suficiente para reunirse y festejar en comunidad!
La semana pasada fui a Tapalpa a un taller de sexualidad. Yo traía todos los esquemas y prejuicios que se puedan imaginar. El inicio del taller significó limpiar los juicios y mitos de la sexualidad para comprenderla en su extensión real, como el espacio donde todo mi ser se juega y se relaciona con otros, es decir, los modos que utilizo para relacionarme. Durante esa semana enfrenté miedos y heridas, el miedo a expresar mi interior y quedar expuesto ante los demás, el miedo a perder mi imagen del niño buena onda que se divierte y siempre está feliz. Algo que surge últimamente es la búsqueda de la integración de momentos de seriedad y momentos de alegría, ir encontrando el punto de donde parte a cualquier polo y no absolutizar mi persona en ninguno de ellos (desmadre, valemadrismo, nada me importa… creo que saben a qué me refiero). Esta nueva forma de encontrarme y descubirme me hace sentir real, auténtico y sincero, dejo un poco de lado las ambigüedades para dejar que me conozcan más y no tengan que estar adivinando quién soy, cómo soy o qué siento.
Este encuentro conmigo me lleva a dos procesos fundamentales. El primero ha sido reconocer la imagen falsa que tenía de Dios: un dios que se puede manipular, chantajear y hecho a mi medida, que me permitía no sentirme culpable, ya que la razón y la verdad eran mías y él secundaba mis decisiones, forma y modo de vida. Ahora creo estar en mejor situación, reconociéndome criatura ante el Creador y reconociendo que todo bien recibido viene de Dios, lo cual me da un sentido de filiación con Él, y hermano de los demás en Jesús; me abre el entendimiento hacia el sentido de gratuidad y de amor infinito del padre, me hace sentir amado por Él y agradecer profundamente todos los dones recibidos. Esto me hace recibirles a ustedes en mi vida como don y gracia de Dios, y estoy profundamente agradecido por ello. El segundo es reconocer en todas las cosas y en los demás la esencia creadora de Dios, para así realizarme y descubrir la realidad con esperanza a través de la fe; es un sentimiento de presencia de Dios y sobre todo de creer en la gente y creer que al relacionarnos unos con otros nos estamos ayudando a crecer como personas y volvernos más humanos.
Como pueden ver, en estos dos puntos surgen actitudes y actividades a los que había dado la vuelta y evitado. He descubierto el sentir y la utilidad de la culpa, actitud que, aunque no me parece del todo agradable, reconozco que la hay de un tipo sano, pues me saca de mí mismo y me proyecta a los demás, por un lado; y por otro, no he podido evadir el enfrentarme y profundizar en mí. Acepto que la vivencia del noviciado no es terapéutica; más bien ha sido descubrir y renacer en mi vida espiritual y releer mi vida espiritual con ojos de creyente, aceptándome como criatura de Dios. Esto último es lo que me ha dado valor para dejar de evitar el sufrimiento y el dolor, afrontándolo en compañía y como proyección a mi futuro. Es muy gustoso y agradable tomar muy en serio mi vida, la vida y hacerme responsible de mí.
Les confieso que ahora me siento en paz y consolado al descubrir mi corazón y mi vivencia ante ustedes, me siento libre de poder expresarme y reconfortado de espíritu al sentirlas cerca y saber que mi sinceridad acrecenta nuestra amistad y cariño. En lo personal, creo que para crecer y humanizarme necesito de los demás, por lo que considero como invitación de Dios el compartirles un pedacito de mi historia y hacerlo con la autenticidad que mis miedos y traumas me permiten.
Reciban mi cariño y mi corazón,
Santiago Morell Ocaranza, nSJ’’