Democracia directa vs. democracia representativa según Giovanni Sartori
El referéndum de
que nos ocupamos aquí, que quede claro, no es la institución integrada en la democracia representativa, sino un instrumento que la
suplanta y que, precisamente, funda la “democracia refrendaria”. Este animal nuevo todavía no existe, pero palpita en el aire: es un sistema
político donde el demos decide
directamente sobre las cuestiones individuales, pero ya no colectivamente, sino separadamente y en soledad. Yl a democracia electrónica constituye su encarnación más avanzada. Allí el ciudadano se sienta ante una mesa con su computadora y todas las tardes, supongamos, le llegan diez preguntas a las que ha de responder “sí” o “no” apretando una tecla. Con este sistema llegamos al autogobierno integral.
Tecnológicamente la cosa es ya por completo factible. Pero ¿ha de hacerse?
El presupuesto y la condición
necesaria para ese desarrollo es que para pasar de la democracia electoral basada en la opinión pública a una democracia donde el demos
decide por sí mismo cada una de las cuestiones haría falta un nuevo demos, un pueblo que esté verdaderamente informado y sea verdaderamente
competente. Si no, el sistema se vuelve suicida. Si confiamos a unos analfabetos (políticos) el poder de decidir sobre cuestiones de las que no saben nada, entonces ¡pobre democracia y pobres de nosotros!
Sin llegar a hipótesis extremas, vale la pena entender cuáles son los límites intrínsecos del sistema
refrendario. Ya hemos visto que el referéndum no es una verdadera forma de participación. Participar es “tomar parte” con los demás y en interacción con los demás. En cambio, las decisiones refrendarias son solitarias. Y por añadidura, son decisiones de suma cero. ¿Qué quiere decir eso?
Una decisión
es de suma positiva cuando todos los interesados salen beneficiados por ella en alguna medida, y salen ganando algo (por eso la suma es positiva). Por el contrario, una decisión se define de suma cero cuando quien sale ganando lo gana todo, y quien sale perdiendo pierde todo. (Aprovecho para recordar que existen también decisiones de suma negativa, a consecuencia de las cuales todos pierden algo.) Ahora bien, en la democracia representativa es probable que todos salgan ganando algo (la suma es positiva) porque las decisiones de los representantes se negocian de forma que cada uno reciba un trozo del pastel. En cambio, en las democracias directas no hay negociación, no hay intercambio, y, por tanto, quien se impone se lleva todo el plato.
Por último, también hay que tener en cuenta que el “directismo” (en cualquiera de sus manifestaciones) sanciona un sistema mayoritario
absoluto que es inaceptable, e incluso funesto para la democracia: porque la democracia es —como hemos visto— derecho de la mayoría en el respeto de los derechos de la minoría, y por tanto requiere un ejercicio del poder que podríamos definir “de suma positiva”.
Tomado de: Giovanni Sartori, 30 lecciones sobre democracia, Ciudad de México, Taurus, 2008, pp. 39-41.