‘Me encanta Dios’ de Jaime Sabines
En marzo de este año tuvimos un nuevo aniversario luctuoso: los diez años de Jaime Sabines, el chiapaneco que, si bien no fue el mejor de los poetas mexicanos —ese título se lo reservo, sin aventurarme mucho, a Octavio Paz—, sí, creo, el más popular. Quizá solamente junto al uruguayo Mario Benedetti, Sabines igual se lee en tertulias literarias de café, se publica en revistas académicas o de difusión, se lo recita en el metro o los camiones por unas monedas, lo imitan y plagian adolescentes, tanto poetas malditos como jóvenes Werthers... Es de los escasísimos poetas que garantizan que un maestro de literatura de mediano nivel pueda tener éxito en su clase y despertar interés entre sus preparatorianos.
Entre los muchos de sus poemas que me gustan, reproduzco éste, que va bastante bien con este espacio, de corte tan poco secular.
‘Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos.
Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero esto a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida —no tú ni yo— la vida, sea para siempre.
Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang... Pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.
A mí me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho —?frente al ataque de los antibióticos— ¡bacterias mutantes!
Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo y de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble.
Mueve una mano y hace el mar, y mueve la otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.
Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia —y se agita y crece— cuando Dios se aleja.
Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.
A mí me gusta, a mí me encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios.’Jaime Sabines (1926-1999)
1 comentario:
Muy Bueno! y que buen blog
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