viernes, enero 08, 2010

Breve historia familiar de Occidente...

Grecolatina

Había una vez una muchacha, hermosa como nunca ha habido otra, llamada Grecolatina. Su padre, Imperio, era un soldado alto, fuerte y guapo, bien instruido en leyes, ingeniería y administración. Su madre, Helenia, era bella y culta, versada en poesía, teatro, filosofía y medicina. Para gran escándalo de sus padres, Grecolatina fue cortejada largo tiempo y finalmente conquistada por Judeo, un rudo hombre de clase baja, de piel tostada por el sol del desierto y de larga barba rizada, celosísimo de su religión, pero sabio y bueno.

Imperio, Helenia y Judeo

De la joven pareja nacieron Cristián y Cristiano, unos impetuosos gemelos que, al principio, eran inseparables, casi siameses. Ambos heredaron la bella elegancia de Grecolatina y la justa sabiduría de Judeo, aunque Cristián, muy dado a los libros y a largas charlas de sobremesa, se parecía más a su abuela Helenia, mientras que Cristiano salió como Imperio, ordenado e hiperactivo. Ha de decirse que los gemelos nunca se llevaron bien con su padre; incluso de repente su madre desesperaba de ellos. Sin embargo, una vez que Judeo se exilió de la casa, Grecolatina pasó sus últimos días mimando a sus hijos, sobre todo a Cristián, a quien le dejó toda su herencia. Éste último contrajo nupcias algo tarde, con una pobre y bella campesina, callada y misteriosa, de nombre Eslavia.

Cristiano, por su parte, se casó a temprana edad, con una rubia y terca mujer llamada Bárbara. Desheredado él y sin dote ella, pasaron una época algo obscura. Peleaban mucho y salían poco. Tuvieron una hija llamada Media, niña fea que se compuso ya grandecita. A la niña tampoco le gustaba salir mucho y se entretenía revisando y copiando los viejos libros de sus bisabuelos. Aunque rezaba mucho, no pudo evitar enfermarse de peste ni pelearse con un pariente lejano del lado de su abuelo Judeo, el primo Islamo, lo cual la volvió algo irritable. No sabemos cómo ni de quién, pero quedó embarazada, ¡y de trillizos! Murió durante un largo y doloroso parto que los médicos llamaron, de forma exagerada, renacimiento…

Media

Los trillizos, sin embargo, sobrevivieron. La primogénita fue Roma, una hermosa, aunque regordeta, mujer. Alguien la describió como una versión exagerada de su bisabuela Grecolatina, con lo piadosa y malgeniuda de su madre. Hasta la fecha, es la solterona de la familia. El segundo hermano fue Humanio, hombre muy culto, pero tímido, que no dio mucho de qué hablar, a pesar de sus esfuerzos de explotar lo mejor de sus genes sin causarle problemas a nadie. Se casó con una intelectual, del linaje de Helenia, llamada Ciencia. El último, Reformo, fue siempre impetuoso, rebelde y trabajador; estaba empecinado en imitar en todo a su abuelo Cristiano, lo que le llevó a enfrentarse a pellizcos y puntapiés con Roma. Halló esposa al otro lado del Atlántico: una muchacha algo desabrida, Puritania.

Roma, Humanio y Reformo

Mientras Roma y Reformo se peleaban a muerte, Humanio y Ciencia criaron, lejos de los problemas familiares, a su hija Ilustria, que resultó ser una muchacha cultísima, inteligente e inconformista… Por fortuna, tras una ardua búsqueda, pudieron hallarle un marido que la soportara, pues sólo le interesaban el trabajo y los negocios. Se trataba del vástago de Reformo y Puritania, su primo, Mercadio.

Y allí es donde se empezó a fastidiar la cosa, pues Mercadio e Ilustria trajeron al mundo a varios hijos muy peculiares. Primero vino Liberalia, buena mujer —¡ni quién lo niegue!—, pero quizás por eso mismo algo ingenua; todos la quieren, pues se vive muy bien en su acogedora casa, a pesar de su mal gusto. Luego vino Marxia, una bellísima pelirroja. Ésa sí atraía a todos con su carácter vigoroso y contestatario, además de que prometía el sol, la luna y las estrellas a quien la cortejase. Por desgracia, su lucha contra lo establecido lo único que le granjeó fue varios hijos ilegítimos —antipáticos todos ellos— y la enfermedad venérea que la llevó a la tumba. El tercero fue un niño regordete y feo: Fascio. Con mal carácter y cuerpo de gorila, se dedicó a hacerle la vida imposible a sus dos hermanas: desde la cuna ya pataleaba y berreaba, haciendo desesperar a Marxia y suspirar a Liberalia. Al principio, se dejaba arrullar por la vieja y gorda tía Roma, que no tenía nada mejor que hacer más que inmiscuirse en los asuntos ajenos: criticaba la poca clase de Liberalia y aborrecía las costumbres disolutas de Marxia. Después, en cambio, Fascio la despreció también a ella y se largó de la casa para hacer de las suyas, hasta que, entre toda la familia, lo pusieron en orden. Las dos hermanas enfriaron sus relaciones durante buen tiempo, justo cuando nacía el benjamín de la familia, tras muchos años. Lo llamaron Posmo.

Posmo

Y así llegamos al presente, cuando, muerta ya Marxia, Fascio retirado y Liberalia anciana y achacosa, el cabeza de familia no es otro que el inmaduro, hedonista y despilfarrador Posmo. Si sus antepasados, de Grecolatina a Ilustria pudiesen ver en manos de quién ha quedado toda la fortuna familiar, se revolcarían en sus tumbas…

G. G. Jolly

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Primo

muy didáctica manera de contar la historia, me gustó mucho!

Guillermo Petricioli

Phi.Lord Chandos dijo...

Increíble texto, Jolly.

Enhorabuena.

Ululatus sapiens dijo...

¡Gracias a ambos!

Tal parece que les ha gustado a los abogados. :)

Filosofastros en combate dijo...

Fantástico este texto. Qué gusto haberlo leído.

Filosofastros en combate dijo...

Se me olvidó decir que esto ya se parece a la familia Buendía de Macondo: porque las estirpes condenadas a cien años de soledad, no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra.