¿Otra vez Santa Cruzada vs. Yihad?
Me tiene muy preocupado esta situación en el mundo, que suena a película de aventuras: ‘El Papa en apuros’. No sólo porque compruebo que, desgraciadamente, un aberrante choque de civilizaciones es cada vez más real, sino porque también, ahora, la seguridad misma del Santo Padre y del Vaticano son inciertas... No es que desconfíe yo de los fornidos y disciplinadísimos suizos en sus coloridos atuendos, pero, ¿recuerdan aquella anécdota en la que, cuando Juan Pablo II recibió una llamada de la Casa Blanca, nadie sabia qué era una ‘línea segura’? Si le pudieron pegar al Pentágono...
Dudo mucho que la enorme mayoría de quienes, en el mundo musulmán, protestan, queman efigies del Papa y atentan contra iglesias (una anglicana y una ortodoxa, por cierto...) hayan leído la ponencia completa, considerado el contexto y su intención durante la conferencia (‘Mi intención no es el reduccionismo o la crítica negativa, sino ampliar nuestro concepto de razón y su aplicación’) y seguido de cerca el mensaje de la visita pastoral de Benedicto XVI a su natal Baviera. Sé que es demasiado pedir de esa gente.
La cita del emperador bizantino Manuel II es tan solo una de muchas partes del discurso del Santo Padre en la Universidad de Regensburg, en la que desplegó una vez más su talento y pasión para las cátedras universitarias y empezó diciendo cómo el ambiente de una verdadera cátedra universitaria, en un dies academicus, hace que muchos especialistas que a primera vista parecen no tener nada en común comparezcan juntos y formen un ‘todo de la única razón con sus diferentes dimensiones’. Y confesó: ‘Uno de los colegas había dicho que en nuestra universidad había algo extraño: dos facultades que se ocupaban de algo que no existía: Dios’, pero que ‘incluso frente a un escepticismo así de radical seguía siendo necesario y razonable interrogarse sobre Dios por medio de la razón y en el contexto de la tradición de la fe cristiana’.
Viene, pues, la tan controvertida cita: ‘De manera sorprendentemente brusca se dirige a su interlocutor simplemente con la pregunta central sobre la relación entre religión y violencia, en general, diciendo: “Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”. El emperador explica así minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo irracional. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. “Dios no goza con la sangre; no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios”’.
El Papa prosigue, comentando el trabajo de Khoury: ‘Para el emperador, como buen bizantino educado en la filosofía griega, esta afirmación es evidente. Para la doctrina musulmana, en cambio, Dios es absolutamente trascendente. Su voluntad no está ligada a ninguna de nuestras categorías, incluso a la de la racionalidad’.
Lo anterior, por tanto, no es gratuito, como han dicho algunos, porque enseguida viene lo importante: ‘La convicción de que actuar contra la razón está en contradicción con la naturaleza de Dios, ¿es solamente un pensamiento griego o es válido siempre por sí mismo?’ Según el cristianismo, lo segundo. Al igual que tantas otras veces, como al comentar la encíclica de su predecesor, Fides et Ratio, Joseph Ratzinger prosiguió exponiendo cómo ‘la fe bíblica, durante la época helenística, salía interiormente al encuentro de lo mejor del pensamiento griego, hasta llegar a un contacto recíproco’, como por ejemplo, en la traducción griega del Antiguo Testamento o ‘de los 70’. ‘Se trata del encuentro entre fe y razón, entre auténtica ilustración y religión’. Sin embargo, esto ha sido –afirma– cuestionado, primero, durante la Reforma y, luego, en la Ilustración moderna, en un periodo en el que se ha intentado deshelenizar el cristianismo, apartar la Biblia de la metafísica y separar al Dios de Abraham, Isaac y Jacob del Dios de los filósofos.
Desde allí, Benedicto se lanza fieramente contra su enemigo más acérrimo, la jaula de un cientifismo demasiado racional, la castración de una filosofía que se cierra a la Verdad y las atroces consecuencias que esto le puede traer a un Hombre cerrado a la trascendencia:
‘Los interrogantes propiamente humanos, es decir, “de dónde” y “hacia dónde”, los interrogantes de la religión y la ética no pueden encontrar lugar en el espacio de la razón común descrita por la “ciencia” entendida de este modo [‘la certeza que resulta de la sinergia entre matemática y empirismo’ y sujeta a la utilidad y la verificación mediante la experimentación] y tienen que ser colocados en el ámbito de lo subjetivo. El sujeto decide entonces, basándose en su experiencia, lo que considera que es materia de la religión, y la “conciencia” subjetiva se convierte en el único árbitro de lo que es ético. De esta manera, sin embargo, la ética y la religión pierden su poder de crear una comunidad y se convierten en un asunto completamente personal. Este es un estado peligroso para los asuntos de la humanidad, como podemos ver en las distintas patologías de la religión y la razón que necesariamente emergen cuando la razón es tan reducida que las preguntas de la religión y la ética ya no interesan. Intentos de construir la ética a partir de las reglas de la evolución o la psicología terminan siendo simplemente inadecuados’.
Es decir, la crítica principal del Papa no es al Islam, sino a la ilustración mal concebida de Occidente, la cual, precisamente, es uno de los factores que obstaculizan el diálogo ecuménico profundo con el mundo musulmán: ‘Las culturas profundamente religiosas ven esta exclusión de lo divino de la universalidad de la razón como un ataque a sus más profundas convicciones. Una razón que es sorda a lo divino y que relega la religión al espectro de las subculturas es incapaz de entrar al diálogo con las culturas’.
Finalmente, concluye el Santo Padre: ‘“No actuar razonablemente (con “logos”) es contrario a la naturaleza de Dios”, dijo Manuel II, de acuerdo al entendimiento cristianos de Dios, en respuesta a su interlocutor persa. En el diálogo de las culturas invitamos a nuestros interlocutores a encontrar este gran “logos”, esta amplitud de la razón. Es la gran tarea de la universidad redescubrirlo constantemente’.
¿Dónde está, pregunto yo, lo insultante? Este discurso dista mucho de parecerse a las malas caricaturas danesas; no es una burla, sino una reflexión de altura y la invitación a un diálogo inteligente y abierto. Y sí, una condena muy fuerte (que buena falta hace) al extremismo religioso: un Dios que es Logos, Razón Creadora, al mismo tiempo que Caritas, Amor (ver su encíclica) es imcompatible con la violencia.
Ahora bien, si hoy día ni siquiera se puede nombrar a Mahoma ni al Islam sin que se vuelen cosas, quemen iglesias y maten monjas es que Manuel II puede no haber estado tan errado...
Dudo mucho que la enorme mayoría de quienes, en el mundo musulmán, protestan, queman efigies del Papa y atentan contra iglesias (una anglicana y una ortodoxa, por cierto...) hayan leído la ponencia completa, considerado el contexto y su intención durante la conferencia (‘Mi intención no es el reduccionismo o la crítica negativa, sino ampliar nuestro concepto de razón y su aplicación’) y seguido de cerca el mensaje de la visita pastoral de Benedicto XVI a su natal Baviera. Sé que es demasiado pedir de esa gente.
La cita del emperador bizantino Manuel II es tan solo una de muchas partes del discurso del Santo Padre en la Universidad de Regensburg, en la que desplegó una vez más su talento y pasión para las cátedras universitarias y empezó diciendo cómo el ambiente de una verdadera cátedra universitaria, en un dies academicus, hace que muchos especialistas que a primera vista parecen no tener nada en común comparezcan juntos y formen un ‘todo de la única razón con sus diferentes dimensiones’. Y confesó: ‘Uno de los colegas había dicho que en nuestra universidad había algo extraño: dos facultades que se ocupaban de algo que no existía: Dios’, pero que ‘incluso frente a un escepticismo así de radical seguía siendo necesario y razonable interrogarse sobre Dios por medio de la razón y en el contexto de la tradición de la fe cristiana’.
Viene, pues, la tan controvertida cita: ‘De manera sorprendentemente brusca se dirige a su interlocutor simplemente con la pregunta central sobre la relación entre religión y violencia, en general, diciendo: “Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”. El emperador explica así minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo irracional. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. “Dios no goza con la sangre; no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios”’.
El Papa prosigue, comentando el trabajo de Khoury: ‘Para el emperador, como buen bizantino educado en la filosofía griega, esta afirmación es evidente. Para la doctrina musulmana, en cambio, Dios es absolutamente trascendente. Su voluntad no está ligada a ninguna de nuestras categorías, incluso a la de la racionalidad’.
Lo anterior, por tanto, no es gratuito, como han dicho algunos, porque enseguida viene lo importante: ‘La convicción de que actuar contra la razón está en contradicción con la naturaleza de Dios, ¿es solamente un pensamiento griego o es válido siempre por sí mismo?’ Según el cristianismo, lo segundo. Al igual que tantas otras veces, como al comentar la encíclica de su predecesor, Fides et Ratio, Joseph Ratzinger prosiguió exponiendo cómo ‘la fe bíblica, durante la época helenística, salía interiormente al encuentro de lo mejor del pensamiento griego, hasta llegar a un contacto recíproco’, como por ejemplo, en la traducción griega del Antiguo Testamento o ‘de los 70’. ‘Se trata del encuentro entre fe y razón, entre auténtica ilustración y religión’. Sin embargo, esto ha sido –afirma– cuestionado, primero, durante la Reforma y, luego, en la Ilustración moderna, en un periodo en el que se ha intentado deshelenizar el cristianismo, apartar la Biblia de la metafísica y separar al Dios de Abraham, Isaac y Jacob del Dios de los filósofos.
Desde allí, Benedicto se lanza fieramente contra su enemigo más acérrimo, la jaula de un cientifismo demasiado racional, la castración de una filosofía que se cierra a la Verdad y las atroces consecuencias que esto le puede traer a un Hombre cerrado a la trascendencia:
‘Los interrogantes propiamente humanos, es decir, “de dónde” y “hacia dónde”, los interrogantes de la religión y la ética no pueden encontrar lugar en el espacio de la razón común descrita por la “ciencia” entendida de este modo [‘la certeza que resulta de la sinergia entre matemática y empirismo’ y sujeta a la utilidad y la verificación mediante la experimentación] y tienen que ser colocados en el ámbito de lo subjetivo. El sujeto decide entonces, basándose en su experiencia, lo que considera que es materia de la religión, y la “conciencia” subjetiva se convierte en el único árbitro de lo que es ético. De esta manera, sin embargo, la ética y la religión pierden su poder de crear una comunidad y se convierten en un asunto completamente personal. Este es un estado peligroso para los asuntos de la humanidad, como podemos ver en las distintas patologías de la religión y la razón que necesariamente emergen cuando la razón es tan reducida que las preguntas de la religión y la ética ya no interesan. Intentos de construir la ética a partir de las reglas de la evolución o la psicología terminan siendo simplemente inadecuados’.
Es decir, la crítica principal del Papa no es al Islam, sino a la ilustración mal concebida de Occidente, la cual, precisamente, es uno de los factores que obstaculizan el diálogo ecuménico profundo con el mundo musulmán: ‘Las culturas profundamente religiosas ven esta exclusión de lo divino de la universalidad de la razón como un ataque a sus más profundas convicciones. Una razón que es sorda a lo divino y que relega la religión al espectro de las subculturas es incapaz de entrar al diálogo con las culturas’.
Finalmente, concluye el Santo Padre: ‘“No actuar razonablemente (con “logos”) es contrario a la naturaleza de Dios”, dijo Manuel II, de acuerdo al entendimiento cristianos de Dios, en respuesta a su interlocutor persa. En el diálogo de las culturas invitamos a nuestros interlocutores a encontrar este gran “logos”, esta amplitud de la razón. Es la gran tarea de la universidad redescubrirlo constantemente’.
¿Dónde está, pregunto yo, lo insultante? Este discurso dista mucho de parecerse a las malas caricaturas danesas; no es una burla, sino una reflexión de altura y la invitación a un diálogo inteligente y abierto. Y sí, una condena muy fuerte (que buena falta hace) al extremismo religioso: un Dios que es Logos, Razón Creadora, al mismo tiempo que Caritas, Amor (ver su encíclica) es imcompatible con la violencia.
Ahora bien, si hoy día ni siquiera se puede nombrar a Mahoma ni al Islam sin que se vuelen cosas, quemen iglesias y maten monjas es que Manuel II puede no haber estado tan errado...
G. G. Jolly