Carta de un ‘sacerdote’ valenciano al Papa Benedicto XVI (I)
Revisando qué tenía que decir la gente en www.blogspot.com acerca del Encuentro Mundial de las Familias en Valencia, España, he encontrado esta carta (firmada por un sacerdote de cualquier denominación, menos católico), que me gustaría comentar punto por punto, así que lo haré en varias entregas. He aquí la primera.
‘¿Por qué yo NO te espero [en Valencia]?
1- Porque atacas la eutanasia y defiendes el valor del sufrimiento.’
‘¿Por qué yo NO te espero [en Valencia]?
1- Porque atacas la eutanasia y defiendes el valor del sufrimiento.’
Es errónea la concepción de que se puede desterrar al sufrimiento del mundo, y una aberración completa querer deshacerse de él, ¡deshaciéndose de las personas que sufren! La vida humana es sagrada (bastantes guerras y genocidios nos ha costado el darnos cuenta) y nadie tiene ningún derecho sobre la vida de otro, menos aún un médico, cuya tarea fundamental e inflexible es la de preservar la vida (a quien le quede alguna duda puede leer el juramento hipocrático). La vida no es un bien como cualquier otro, sobre el que tenemos poder, pues no lo hemos recibido por azar. Es quizá el único acto humano sobre el que no tenemos la más mínima posibilidad de decisión: no sabemos cuándo o dónde hemos de nacer o morir. Y aunque sí tengamos la entera libertad de acabar con nuestra propia vida, el suicidio en todas sus formas viola el proceso natural que caracteriza la existencia humana.
Por otra parte, debemos comprender que el sufrimiento es parte inseparable del ser-humano: toda vida está llena de problemas y lágrimas. ¿Seríamos humanos acaso en un mundo donde todo fuese absoluta felicidad? No, porque el ser humano está hecho de barro, es falible y no siempre utiliza su libertad y su consciencia para el bien; ésa es su naturaleza. Y es natural que del sufrimiento aprendemos, con él crecemos y maduramos. Gracias a él nos hacemos más fuertes y mejores, cuando nos dejamos ayudar y cuando ayudamos, cuando somos ejemplo y vemos ejemplos. El dolor en sí no purifica, pero sí el cómo lo vivimos y qué hacemos con él.
¿Cuál es nuestro deber como seres humanos? No atacar un mal (el sufrimiento) con otro mal (la destrucción de una vida humana). El deber de un médico es preservar una vida mientras haya posibilidades reales y naturales de hacerlo, y dejar que la Naturaleza actúe cuando no sea posible, aliviando, en medida de lo posible, el malestar físico del paciente. Nos toca a los demás, y sobre todo a la familia y a los amigos, el aliviar el malestar psicológico, espiritual y emocional de quien sufre. Muchas personas con enfermedades terminales no necesitan una inyección letal, sino un apretón de manos, una mirada, una conversación, una frase sincera de amor… en otras palabras: ¡que los amemos y les hagamos sentir que son seres humanos cuya vida es preciosa!
¿Cuántas personas que abogan por la eutanasia, que dicen querer ahorrarle dolor a los enfermos, visitan a esta gente (desconocidos también y no sólo familiares) para charlar con ellos, sonreírles, regalarles el propio tiempo y la propia compañía en vez de una dosis de veneno mortal?
G. G. Jolly
Continuará...
1 comentario:
Ululatus: ¡estuve en Valencia con el Papa!, lástima que ya no ocupe un cargo público como antes, cuando era concejal de Zaragoza, porque me habría intentado colar y abrazarle (ya será en otra ocasión), pero disfruté como uno más, en la multitud de más de un millón y medio que vivimos con él la Santa Misa. Mis hermanos le siguieron por televisión desde sus casas y están emocionados y confirmados en su fe.
El Papa tiene una cabeza magníficamente amueblada.
Por cierto, creo que estos señores, los que abogan por la eutanasia activa, además están anticuados, porque las técnicas para aliviar el dolor echan al traste eso que llaman "ensañamiento terapéutico", y es que hablan por eslóganes, no por ciencia.
Publicar un comentario