Reflexiones sobre Dios (IV)
Para continuar con Pinchas Lapide y sus reflexiones sobre Dios (ver las anteriores: I, II y III).
Jackson Pollock, The Key, 1946.
‘La diversidad de imágenes de Dios en la Biblia nos preserva de convertir a Dios en un ídolo. De igual modo que una madre tiene innumerables nombres para su pequeño, y los amantes se intercambian constantemente nombres nuevos, el judío bíblico nombre a Dios con tres, cuatro, cinco, una docena de nombres. Quiere expresar lo Indecible; sabe perfectamente que ninguna de sus palabras es capaz de definir a Dios, pero no por ello consigue dejar de balbucear, de intentar hablar de Dios, de lo contrario ya no sería un hombre. Por tanto, las imágenes de Dios son en el fondo secundarias, siempre que sean conscientes de que se trata únicamente de imágenes de lo inimaginable, recursos verbales, muletas para nuestro entendimiento y nuestro desvalido lenguaje humano. En la medida en que somos conscientes de ello y no elevamos la imagen a la categoría de Dios, nos liberamos de la idolatría y servimos a Dios. Pues lo que quiere este Dios no es ser reverenciado, adorado, o que se le rece, sino más bien que se cumpla su voluntad. Cuando la adoración y los cantos de alabanza presuponen todo esto, entonces se está sirviendo realmente a Dios.
¡No es que la increencia deje de tener su puesto en el mundo! No cabe ignorar su función en el plan salvífico. “¿Por qué ha creado Dios el ateísmo?”, preguntó una vez uno de sus discípulos al rabbí Moshe Leib de Sasow, una de las lumbreras del casidismo. Y éste respondió: “Para que tú no dejes morir de hambre al pobre tratando de consolarlo con el mundo venidero, o persuadiéndolo de que confíe en Dios, que lo auxiliará –en ves de meter la mano en tu bolsillo y darle aquí y ahora algo con lo que pueda comer. Tú eres quien tiene que salvarlo y auxiliarlo como si Dios no existiera, sólo hay uno que puede ayudar: tú mismo!”
y ora como si todo dependiera de Dios”.
2 comentarios:
Estoy de acuerdo, con matices, con la frase del ateo, porque no son excluyentes el dar de comer y el decir al hambriento que pida a Dios su pan. De hecho el que da de comer sirve a Dios con ese acto, y el que ayuda a confiar a Dios en la oración también: le ayuda a tener esperanza. Y eso lo sabemos los hijos de familia numerosa.
Gracias a la confianza en Dios de nuestros padres trajeron al mundo un buen número de, ¿cómo decís? ¿gachupines?
¡Gracias por comentar, Frid!
Es por eso que cada vez reafirmo más mi catolicismo desde la luz de la traidición judaica: la fe sin obras es una fe muerta, que jamás puede traer salvación.
Sí, en efecto... gachupines, aunque ya no se usa tanto, quizá porque ya no hay tantos españoles por acá. ¡Ahora abundan los argentinos!
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