domingo, septiembre 07, 2008

Ricos y pobres, una polémica absurda para el cristiano


Siempre que me he topado con la cuestión ‘ricos y pobres’, tanto en el ámbito secular como en el eclesial, y siempre surgen tensiones y disputas. En el primero, la cuestión podría intentar zanjarse con sociología y economía, aunque al final, muy probablemente, no se llegue a ninguna conclusión que valga la pena. En el segundo ámbito, sin embargo, es sorprendente siquiera que se discuta el tema. Para la Iglesia y para los cristianos que la conforman, es innegable, tomando en cuenta las palabras que los evangelistas ponen en boca de Jesús, la declaración lapidaria de Jon Sobrino, SJ: ‘Extra pauperes nulla salus’ (‘Fuera de los pobres no hay salvación’). Baste asomarnos nada más al evangelio de San Lucas:

‘¡Ay de ustedes, los ricos!’ (Lc VI, 24)

‘Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de los cielos’. (Lc XVIII, 25)

‘Cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.’ (Lc XIV, 33)

‘¿De qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?’ (Lc IX, 25)

‘Guárdense de toda codicia, porque, aunque alguien posea abundantes riquezas, éstas no le garantizan la vida.’ (Lc XII, 15)

‘Vendan sus bienes y den limosna. Háganse bolsas que no se deterioren, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla corroe; porque donde esté su tesoro, allí estará su corazón.’ (Lc XII, 33-34)

‘Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y desdeñará al otro; o bien se dedicará a uno y desdeñará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero.’ (Lc XVI, 13)

Comienzo por definir salvación como el ‘ir al Cielo’, es decir, ‘el estado de felicidad suprema y definitiva’ en que se ve ‘a Dios cara a cara’ y que ‘no tendrá fin’ (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 207 y 209). Y añado también que el Cielo es también el Reino de Dios ya presente entre nosotros aquí en la tierra mediante ‘la justicia y la paz, según las Bienaventuranzas’ (CCIC 590), tal como lo invocamos en el Padre Nuestro: ‘Hágase, Señor, tu voluntad en la tierra como en el cielo’ (CCIC 591).

¿Cómo, pues, el ser humano (y aún más el creyente, sobre todo si es cristiano) ha de entrar en el Reino de Dios sin los pobres, sin alimentar al hambriento, vestir al desnudo, dar de beber al sediento, acoger al indigente, cuidar del enfermo y visitar al cautivo (Mt XXV, 35-36)? ¿Cómo llegar al cielo sin la opción preferencial por los pobres, sin quienes los no pobres nunca aprenderán a vivir según las Bienaventuranzas (Mt V, 3-11)?

Y como el cristiano verdadero vive la fe en comunidad y no solo, podemos utilizar otra frase lapidaria: ‘Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada’ (Jacques Gaillot, ex obispo de Évreux, en el libro homónimo). Sin los pobres, apartada de ellos, ¿cómo ha la Iglesia de realizar su misión, que no es otra que la de ‘anunciar e instaurar entre todos los pueblos el Reino de Dios inaugurado por Jesucristo’ (Lc IV, 16-19), y ‘ser germen e inicio sobre la tierra de este Reino de salvación’ (CCIC 150)?

Por último, para concluir estas reflexiones (simples, pero concretas) y aclarar algunos puntos, cedo la palabra a San Juan Crisóstomo:

‘Y, sin embargo, el rico no cometió propiamente una injusticia con Lázaro, pues no le quitó sus bienes. Su pecado fue no darle de lo propio. Ahora bien, si el que no da parte de lo propio tiene por acusador al que no compadeció, ¿qué perdón podrá alcanzar el que arrebata lo ajeno, pues los por él agraviados lo rodearán por todas partes? No habrá allá necesidad de testigos, ni de acusadores, ni de pruebas, ni de indicios. Los hechos mismos, tal como lo hicimos, aparecerán ante nuestros ojos. “He aquí —dice el Señor— el hombre y sus obras”.

Y es así que el no dar parte de lo que se tiene es ya linaje de rapiña. Esto es lo que se les hará tal vez más extraño, pero no se maravillen. Yo les voy a alegar un testimonio de las Escrituras divinas que dicen que es rapiña, avaricia y defraudación no sólo el arrebatar lo ajeno, sino también el no dar parte de lo suyo a los otros. ¿Qué testimonio es ése? Reprendiendo Dios a los judíos por boca del profeta: “La tierra ha producido sus frutos y no han traído los diezmos, sino que la rapiña del pobre está en sus casas”. “Porque no han hecho —dice— las ofrendas acostumbradas, han arrebatado lo del pobre”. Y eso es lo que dice para demostrar a los ricos que tienen lo que pertenece al pobre, aun cuando hayan entrado en la herencia paterna, aun cuando les venga el dinero de donde sea. Y en otra parte dice también: “No defraudes la vida del pobre” (Si IV, 1). El que defrauda, lo ajeno defrauda, pues se llama defraudación tomar y retener lo ajeno. Y por este pasaje se nos enseña también que si dejamos de hacer limosna, seremos castigados al igual que los defraudadores.

Y es así que las cosas o riqueza, de dondequiera las recojamos, pertenecen al Señor, y si las distribuimos entre los necesitados, lograremos gran abundancia. Y si el Señor te ha concedido tener más que otros, no ha sido para que lo gastes en fornicación y embriaguez, en comilonas y vestidos y demás disoluciones, sino para que lo distribuyas entre los necesitados. Un cobrador que recibe los dineros imperiales, si no los distribuye a quienes se le manda, sino que los emplea para sus propios vicios, tiene que dar cuenta y su fin es la muerte. Así el rico es un cobrador de dinero que ha de ser distribuido a los pobres y se le manda que lo reparta a aquellos de entre sus compañeros de servicio que están necesitados. Luego, si emplea para sí mismo más de lo que pide la necesidad, tendrá que dar en la otra vida la más rigurosa cuenta, pues lo suyo no es suyo, sino de los que, como él, son siervos del solo Señor.’

‘No alegues, pues, excusas superfluas e insensatas. Dios no pide abundancia en el dar, sino riqueza en la intención; y esta riqueza no se muestra por la medida de los dones, sino por la buena voluntad de los donantes. ¿Eres pobre, el más pobre de los hombres? Pero no lo serás más que aquella viuda que sobrepasó con mucho a los ricos (Lc XXI, 1-4). ¿Es que te falta el necesario sustento? Pero no te faltará tanto como a la viuda de Sidón, que había llegado hasta el fondo mismo del hambre, que no esperaba ya más que la muerte, estaba rodeada del coro de sus hijos y, no obstante, no perdonó lo que tenía, sino que con la extrema pobreza compró inefable riqueza. Su mano produjo una era y la hidria o cántaro se convirtió en un lagar. De poco hizo brotar una fuente abundante.’

‘Mas, ¿qué fin tiene decir esto tontamente a hombres que por nada del mundo despreciarían las riquezas y se apegan a ellas como si hubieran de ser eternas? Hombres que, al dar una miseria de lo mucho que tienen, ya se imaginan haberlo hecho todo. Eso no es limosna. Limosna es la de aquella viuda del evangelio, que se desprendió de todo lo que tenía para sustento de su vida (Mc XII, 41-44). Mas, si no eres capaz de dar tanto como la viuda, da por lo menos todo lo superfluo. Pero no hay nadie que dé ni lo superfluo. Esas manadas de esclavos, esos vestidos de seda, todas esas son cosas superfluas. Nada es necesario ni forzoso, cuando podemos vivir sin ello. Todo lo demás es superfluo y son simplemente cosas de fuera.Veamos, pues, si les placen las cosas sin las que podemos vivir. Aunque sólo tengamos dos criados, podemos vivir. Cuando hay quienes viven sin ninguno, ¿qué podemos alegar para no contentarnos con dos? Podemos tener una casa de ladrillos y tres habitaciones, y ello nos basta. ¿No hay, dime, quienes no disponen más que una habitación para mujer e hijos?’

Como epílogo, una última sentencia lapidaria, mucho más moderna y autorizada como ninguna otra: ‘Nadie puede reservarse para uso exclusivo suyo lo que de la propia necesidad le sobra, en tanto que a los demás falta lo necesario’ (Pablo VI, Populorum Progressio 23).

G. G. Jolly, nSJ

5 comentarios:

joseph dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Querido ululatus:
Por favor no te ausentes tanto del blog, porque tus articulos son muy profundos.
¡Al fin comprendi el sentido de la riqueza y la pobreza segun el Evangelio!... porque siempre lo vemos por el lado material y como que el que tiene riquezas, logradas por su trabajo, quedara fuera del mensaje de Jesus, como si fuera pecado ser rico, (en todo caso yo no lo soy) y realmente hay otra clase de riqueza y otro sentido de pobreza.
Estas reflexiones las imprimi porque quiero meditarlas y compartirlas.
Dios te bendiga.

Ululatus sapiens dijo...

María Laura:

Como siempre, estoy muy agradecido por tus visitas y comentarios. Prometo actualizar este blog más seguido.

Qué bueno que te gustó esta entrada. Sin embargo, mi intención fue precisamente la contraria: la pobreza evangélica es pobreza real, materialmente hablando. Carestía. Las más de la veces, ser rico es el resultado de muchos pecados o del pecado estructural (que acumula muchas injusticias). O peor todavái: permanecer rico mientras existan otros que son pobres es un peor pecado aún, como Epulón.

Y si bien un clasemediero trabajador, honesto y honrado, no puede ser tachado de criminal, si no opta por los pobres para que éstos cuestionen y transformen su modo de vida (espiritual y materialmente), es muy difícil que por sí mismo alcance la salvación del Reino...

Saludos.

Profeballa dijo...

Querido hermano: te recomiendo que los hagas (tus posts) en varias entregas asì no te quedan tan largos y se te hace màs fàcil leer con lo bueno de que no te ausentaràs tanto tiempo del blog...para beneficio de tus qierid@s herman@s que te siguen.

un abrazo,
te encomiendo

Profeballa dijo...

Pero còmo se mide "la propia necesidad"? hay tantas y diversas medidas...