sábado, abril 22, 2006

¿Conocemos el mal?


‘Cada uno conoce el mal por la experiencia personal de su propia fragilidad, por la experiencia familiar de las cosas que no funcionan, que no nos gustan en el ámbito de la familia o de los amigos, de la Iglesia o de la sociedad.

Pero Jesús llora por el “pecado del mundo”, no llora por los crímenes particulares, por los errores de las personas, sino por un pecado colectivo, por las raíces profundas del mal.

Los crímenes particulares son aquellos que degradan a la humanidad (homicidios, crueldades, estupros, infidelidades, traiciones, robos, pillaje corrupción administrativa y política, deshonestidad). La historia está llena de los mismos y los recogemos a menudo en el ministerio de la confesión, cada día somos testigos de tales crímenes.

Todos estos males, encerrados en el corazón traspasado de Cristo, son el primer peldaño.

A partir de éstos, y en conexión con ellos, existen los crímenes colectivos, en los que grupos, categorías y clases históricas se convierten en dinamismos del pecado y desgarran a la humanidad: odios étnicos, odios raciales, políticos (las grandes dictaduras con sus fechorías), sociales y de clase (las revoluciones con sus carnicerías), las formas de prejuicio organizado y las mismas organizaciones para delinquir, es decir, las múltiples estructuras, abiertas o subrepticias, de pecado.

He aquí que el mal que Jesús ve al contemplar la ciudad y, en ésta, todas nuestras ciudades.

Los crímenes racionalizados, que Jesús advierte, son los más terribles, los crímenes colectivos elevados a doctrina: las ideologías, las filosofías, la degradación de las religiones y los finales culturales de todo tipo, que llaman bien al mal y lo justifican.

De ahí nacen las catástrofes que derrocan a las sociedades y perturban periódicamente el curso de la historia. Pueden asumir el aspecto de una catástrofe lenta, casi como una peste que destruye poco a poco y desde el interior a una sociedad. Pensemos en las filosofías y las razones que conducen al nihilismo, al relativismo moral y a las ideologías racistas, nacionalistas y dictatoriales; no son únicamente estructuras organizadas de pecado, sino estructuras de pensamiento que producen pecado y generan el mal. De ahí también las persecuciones contra la fe, la muerte sistemática de la esperanza en los corazones humanos y la destrucción del amor.

¿Mensaje cristiano?

Me parece que a Jesús deben impresionarle en particular las aberraciones religiosas, cuando la religión cambia el bien por el mal y el mal por el bien, de modo que un sistema religioso termina por convertirse en cómplice de un sistema de mal y de pecado. Jesús es abatido por tal desorden; su pasión es precisamente este ser abatido por el desorden de males religiosos y políticos racionalizados, diversamente coaligados.’

Tomado del libro de Carlo Maria cardenal Martini, SJ, Hacia Jerusalén, Barcelona, Herder, 2005.

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