martes, junio 20, 2006

Tres poemas sobre Auschwitz

Para complementar lo dicho aquí anteriormente en: Reflexiones sobre Dios (II) y La almohada de Ruth.


‘Después de Auschwitz no hay teología:
de las chimeneas del Vaticano sube humo blanco
señal de que los cardenales eligieron un papa.
De los crematorios de Auschwitz sube humo negro
señal de que los dioses todavía no eligen
al pueblo elegido.
Después de Auschwitz no hay teología:
los números sobre los antebrazos de los prisioneros de exterminio
son los números de teléfono de los dioses
números de los que no hay respuesta
y ahora están desconectados, uno por uno.

Después de Auschwitz hay una nueva teología:
los judíos que murieron en el Holocausto
se volvieron semejantes a su dios
que no tiene la figura del cuerpo y que no tiene cuerpo.
Ellos tampoco tienen la figura del cuerpo ni tienen cuerpo.

* * *

Yo no fui uno de los seis millones
que murieron en el Holocausto y ni siquiera estuve entre los sobrevivientes
ni entre las sesenta miríadas que salieron de Egipto
pero llegué a la tierra prometida desde el mar,
yo no estuve entre todos ellos pero el fuego y el humo
en mí permanecieron, y las columnas de fuego y las columnas de humo me indican
el camino de noche y de día, y se quedó en mí la loca búsqueda
de salidas de emergencia y lugares tiernos,
de zonas indefensas para fugarme en la flaqueza
y en la esperanza y se quedó en mí la avidez de buscar
el agua de la vida susurrando a la piedra y con golpes de locura.
Después silencio sin preguntas ni respuestas.
La historia judía y la historia mundial
me trituran entre sí, a veces hasta pulverizarme
como entre piedras de molienda, y el año solar y el año lunar
se anticipan uno a otro o se retrasan uno tras otro
y saltan dándole un movimiento constante a mi vida
y yo a veces caigo en el espacio que hay entre ellos
para esconderme en él o para hundirme.’

Yehuda Amijái (1924-2000)

Tomado de: Letras Libres 23, noviembre 2000, México. p. 31 (Traducción del hebreo de Claudia Kerik).


A. Siciliano, Primo Levi, 2005.

‘Si esto es un hombre

Los que vivís seguros
En vuestras casas caldeadas
Los que os encontráis, al volver por la tarde,
La comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer
Quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordarlo
Vacía la mirada y frío y el regazo
Como una rana invernal.
Pensad que esto ha sucedido:
Os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
Al estar en casa, al ir por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros hijos.
O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os imposibilite,
Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.’

Primo Levi (1919-1987)

Tomado de: Primo Levi, Si esto es un hombre, en Trilogía de Auschwitz, Barcelona, El Aleph, 2005. p. 29.

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