viernes, agosto 11, 2006

‘Un liberal en aprietos’ por Federico Reyes Heroles

‘Contra la impresión común , un auténtico liberal económico es una persona muy preocupada por la prosperidad general y no sólo por la propia.’

‘Está apunto de aterrizar en la Ciudad de México cuando se acuerda de la tarifa por llegar a Poza Rica: casi equivalente a lo que hubiera pagado para Nueva York. Los cielos deberían abrirse, sólo así bajarían las tarifas. Desde la ventanilla se observa el servicio de abastecimiento de combustible y cabila sobre un mercado energético en el cual el monopolio estatal domina varios puntos. Si hubiera varios oferentes, piensa. En los pasillos del aeropuerto se topa con las larguísimas hileras de turistas en espera de pasar migración. Por su cabeza atraviesa, es incontenible, la idea de que la demanda de ese servicio es perfectamente rutinaria “ya saben cuándo llegan los Jumbos de Lufthansa, de Air France, de British Airways, casi todos a la vez, ¡por qué no destinar más personal ―oferta― y evitar la pérdida de tiempo!

Mientras se lava las manos recuerda que el nuevo aeropuerto no se construyó y, claro, las erosionadas tierras del lago de Texcoco no encontraron mejor fin y, claro, la central aeroportuaria no podrá ofrecer más y mejores servicios y, claro, dejará entrar inversión y, claro, las compañías no podrán operar con plena eficiencia y, claro, seremos menos competitivos y, claro, habrá otro país que aproveche la coyuntura de inseguridad de Estados Unidos y, claro, una vez más dejamos ir oportunidades de generar empleos productivos en perjuicio de todos y beneficio de quién sabe quién. Pone su equipaje sobre un carrito y se encamina rumbo a la salida cuando se topa con uno de esos tubos cromados cuya única misión es impedir que el ciudadano ejercite su derecho de llevar el equipaje hasta donde lo desee, para así garantizar la “chamba” a los “maleteros”. Él piensa que hay lugar para todos, siempre habrá necesidad de ese trabajo para ancianos, niños, madres o personas con capacidades distintas o simplemente con problemas de espalda. Lo que le irrita hasta la médula es que le impongan el servicio imponiéndole usar las ruedas por sí mismo. Eso atenta en contra de sus libertades.

Pero todavía le falta un trago muy amargo. Es viernes por la noche y está lloviendo. La hilera para abordar el taxi se mete a la Terminal, debe de tener unos 300 metros de largo. Cientos, miles de personas durante horas, tirando la energía de su vida, energía que podría estar usando en generar ideas, ingresos o simplemente energía para estar con sus familiares y gozar. Tiempo perdido, desperdiciando vida que se va al caño. Eso piensa mientras los zapatos le aprietan y el portafolio en la mano le pesa. Ha sido un día largo y todavía falta lo peor, por lo menos para él: ese espectáculo de auténtico sadismo consistente en ver a los taxis de la ciudad llegar al aeropuerto a dejar pasaje, justo a unos metros de donde cientos de personas esperan transporte y verse impedidos de recoger a los que esperan. ¡Genial! No, en México los taxis que entran con pasaje se van vacíos y los que salen con pasaje regresan vacíos. ¡Qué gran idea; más contaminación, más desgaste de las máquinas, de nuevo tiempo y recursos perdidos! Resultado, menos productividad, menos crecimiento del pastel, una sociedad más pobre.

Nuestro amigo, que podría llamarse Manuel o Everardo o Federico, padece una enfermedad: es un liberal. Su enfermedad tiene varios síntomas, le puede a uno subir la presión del coraje, los derrames de bilis son frecuentes, los enojos y la irritabilidad también se presentan. Pero lo más terrible es el impacto psicológico. Comienza por el desencanto y puede llegar a la depresión profunda. Doctor, dice desesperado el liberal desde el diván, simplemente no entiendo. No entiendo por qué no podemos dedicarnos a producir aquello en donde tenemos ventajas, por qué ofuscarnos en ramas donde la tenemos perdida. Por qué guardar los hidrocarburos como si fueran un tesoro cuando en realidad son un instrumento más para poder generar riqueza. Por qué no podemos premiar a los que hacen bien su trabajo y jalarles las orejas a los otros, estímulos, vamos. Por ejemplo, en educación, demos bonos educativos y que las familias con información adecuada decidan qué quieren. Lo mismo en los servicios médicos. Por qué, doctor, no confiamos en el criterio de la gente, por qué todo el tiempo inventamos figuras paternales que le colgamos al Estado. Por qué nunca pensamos en el consumidor, que somos todos. Por qué nos gusta amafiarnos en sindicatos que destruyen a las empresas, siendo que viven de ellas, o en auténticas guildas de notarios que encarecen todas las transacciones. Por qué le tenemos miedo a cambiar de trabajo, a buscar algo mejor, a progresar, por qué. El terapeuta escucha con paciencia a su paciente y llega a la conclusión de que el viaje a Poza Rica le afectó más de lo normal. Explique, doctor, ¿qué acaso estoy loco?, pregunta con verdadera angustia nuestra personaje.

La enfermedad es grave, aunque no es muy común porque los liberales económicos no pululan. El liberalismo auténtico es una forma de ver el mundo en el cual el beneficio general va primero. Las libertades individuales se someten a esa consideración mayor. No es una defensa de la libertad por la libertad misma, tampoco del mercado como fin. La libertad individual y el mercado pueden ser el mejor camino para disminuir esa vergüenza que es la miseria. Contra la impresión común , un auténtico liberal económico es una persona muy preocupada por la prosperidad general y no sólo por la propia. Para detectar el mal sugiero: Economía mexicana para desencantados, de Manuel Sánchez González, F. C. E., 2006. Claro y sin desperdicio. Atrévase a encontrar el mal en usted.’

Federico Reyes Heroles

4 comentarios:

Juan Ignacio dijo...

Explique, doctor, ¿qué acaso estoy loco?, pregunta con verdadera angustia nuestra personaje.

No, señor. Pero le diré...

El bienestar general deriva del bienestar de cada una de las personas.

El beneficio general no va primero y de ahí se deriva mágicamente el bien de cada uno; es al revés: el bien general es "consecuencia" de los bienestares personales.

Claro, eso no quiere decir que cada uno debe buscar el propio; sino que debe buscar el del otro.

Hay un gran riesgo de confundir el bien común sólo con reglas que todos deben aceptar. El bien común se hace con reglas que todos deben aceptar y cumplir, sí señor, pero es algo más. Hay que agregar la preocupación por aquellos que no pueden cumplir las reglas.

No es sólo premios y castigos. Es un poco más de preocupación sincera por el que falló. El castigo incluye la reeducación, no es sólo: "no cumpliste, joróbate".

Hay que prepararnos, como sociedad, para ver qué hacemos con la gente que menos se adapta a la misma, que menos cumple. Porque las normas, los premios y los castigos pueden ser perfectos, pero si no hay amor...

Sin el Dios cristiano, el liberal de esta historia encontrará difícil lo que digo; aunque no sé si imposible...

Ululatus sapiens dijo...

Juan Ignacio:

Gracias por tu respuesta, acertada, como siempre.

Yo soy liberal porque soy católico y soy católico porque soy liberal. El cristianismo es una forma de vida radical que apela al individuo, a cada uno, con optimismo; y el liberalismo, en política, hace lo mismo.

Yo creo que el liberalismo, como dice Reyes Heroles, busca precisamente el bien de la sociedad mediante la libertad y el bienestar de los individuos, quienes, al fin y al cabo, conforman la sociedad.

Tocayo:

¡Gracias por visitar! Un saludo.

Juan Ignacio dijo...

No sé si tan acertada.

El problema con el liberalismo es que muchas personas y en distintos lugares del mundo lo entienden muy distinto.

Habría que aclarar muchas cosas de base a la hora de analizar el tema, entonces.

Por otro lado...

En política, para vivir la Doctrina Social de la Iglesia, es probable que se tomen muchos aciertos del liberalismo (y de otras ideas); pero la Doctrina Social de la Iglesia no se agota con el liberalismo, al menos el liberalismo en las formas en que yo lo conozco.

Con todo respeto a tus ideas, por supuesto.

Saludos.

Ululatus sapiens dijo...

Juan Ignacio:

Espera a leer el resto del artículo de '¿Por qué somos liberales?' para que podamos discutir todo esto más a fondo.

Afortunadamente para mí y a diferencia de muchos de mis compañeros, yo no quiero ser un jesuita metido en política. Pero si lo hago, por una u otra malhadada razón (y quizá no lo pueda evitar, gracias a la opción preferencial por los pobres de la Compañía), lo haré desde mi postura liberal, tratando de ser coherente con la DSI. Sin embargo, como liberal no concuerdo con muchas cosas de esa doctrina: por ejemplo, las teorías económicas keynesianas, en boga en tiempos de Pablo VI y contenidas en gran medida en la DSI, son obsoletas y perjudiciales hoy día, a mi parecer.

Pero como bien dices, la Iglesia es más grande que cualquier teoría económica o doctrina política. Yo, por mi parte, creo en el liberalismo político, que, a su vez, me permite discutir mis principios políticos, ponerlos a prueba y cambiarlos. Es, en efecto, la opción que me provee de libertad.

¡Un saludo! Seguimos en contacto.