viernes, julio 03, 2009

¿Por qué voy a votar por el PSD?


Mañana son las elecciones intermedias en México, y yo, como creo haber dejado bastante claro en mis entradas anteriores sobre el tema, no sólo sí pienso ir a las urnas, sino que, de hecho, he de marcar con una cruz el logotipo de un partido específico: el Partido Social Demócrata. Pero, ¿por qué?


Antes que nada, tendré que introducir un ex cursus: ¿por qué no me sumo al movimiento anulista, que pretende expresar un profundo sentimiento de protesta y rechazo ante el panorama político del país y, en especial, de sus partidos? De entrada, acepto que me parece muy loable que los ciudadanos estén discutiendo, que se preocupen de ser críticos sin llevarse entre los pies al sistema democrático, que piensen y debatan, que justifiquen sus posturas.

Sin embargo, confieso también que estoy de acuerdo con mi amigo Diego, que cuestiona la actitud de fondo de la anulación consciente del voto (posmoderna completamente, y en el mal sentido). Es un gesto simbólico, que puede ser muy efectivo, por supuesto, aunque también provee una salida de emergencia al callejón aparentemente sin salida que es la realidad: excusa del compromiso y ahorra el esfuerzo de encarar esa realidad, evita tener que ser humilde y verse obligado a transigir con los propios ideales en pos de un acuerdo, dispensa de la creatividad y astucia necesaria para resolver problemas complejos con pocos recursos y en situaciones límite. Es guardar el dinero bajo el colchón: no redituará ningún interés, pero tampoco implicará ningina pérdida. Mediocridad llana y pura.

Así, lo mismo que hacen quienes votan corporativamente, va a hacerlo la mayoría de los anulistas: votar y... nada más. Muy pocos (o ninguno) querrán, durante los próximos tres años y hasta las elecciones de 2012, gastar ni tiempo ni esfuerzo en seguir protestando (de forma simbólica o práctica), o en proponer alternativas, unirse a alguna ONG, escribir y llamar insistentemente al representante de su distrito y mucho menos contribuir con su entereza moral (que al fin y al cabo es el punto de partido del voto nulo) a reformar un partido o la vida política desde su interior.

Yo creo, en cambio, que no hay democracia sin partidos y que hay, forzosamente, que trabajar con lo que se tiene, a riesgo de desaparecerlos y suplantarlos (y con ellos el sistema democrático) con quién sabe qué régimen Frankenstein... Me tomé, por tanto, el tiempo para discernir y elegir una entre las opciones existentes, puesto que los partidos ‘puros’ e ‘incorruptos’ no existen. Escogí, pues, al Partido Socialdemócrata, si bien no tengo yo un pelo de izquierdista, por varios motivos:
  • Porque percibo en él una base de ciudadanos que quieren expresar su desacuerdo con la clase política haciendo ellos mismos política, en el marco democrático, dentro de instituciones concretas y bajo las leyes vigentes.
  • Porque siento sus propuestas con mayor cercanía a los intereses del ciudadano de a pie. Esto, muy probablemente, porque veo que el PSD le otorga prioridad al individuo y no al ‘pueblo’, a la ‘gente’ o a ‘México’ (todos ellos encarnados... en el Estado).
  • Porque han hecho una campaña inteligente. No sólo porque han hecho buenos anuncios (y no sólo comparados con la basura de los otros partidos), sino que han puesto los puntos sobre las íes en temas de suma importancia: que las cosas, efectivamente, NO se solucionan a balazos y que México SÍ, a todas luces (¡once mil muertos!), vive una guerra civil.
  • Porque creo que este país, por mera salud política, se merece un partido de izquierda moderna. El PRD me ha convencido hasta la saciedad de que sigue atado a todos los vicios del priismo y de la izquierda neandertal de Latinoamérica (su modelo sigue siendo Cuba y no España): victimismo pseudonacionalista, caudillismo, intolerancia, jacobinismo, violencia, populismo, estatismo, xenofobia, corporativismo... entre otros tantos ismos.
He de decir que no es una opción impecable ni que me resulta del todo fácil. Como dije antes: no soy de izquierda (y me remito a una entrada al respecto). Es más, soy un católico convencido que se opone con firmeza al aborto, la eutanasia, el ‘matrimonio’ homosexual (y todo eso de los ‘derechos de las minorías’), etc., y que sospecha del Estado ‘laico’ tal como se entiende en México. Para colmo, no son dogmas y creencias religiosas lo que más me hace repeler tantas propuestas de izquierda: soy un libertario friedmaniano que le rehúye al Estado y sus ‘buenas’ intenciones, a sus ‘reconocimientos’, impuestos altos, gasto ‘social’, proteccionismo, asistencialismo, el tamaño excesivo de su burocracia y, por supuesto, su fuerza bruta.

Mas las razones que argumenté a favor del PSD son de mayor peso. Además, no tengo de otra: ya mencioné por qué el PRD no merece, a mis ojos, ni siquiera ser considerado; el PRI es todavía peor, con todos los vicios de la política mexicana habidos y por haber y ninguna ideología whatsoever; el Verde incurre en el populismo más execrable, apelando a los bajos instintos del electorado y cargándole al Estado prerrogativas y obligaciones estúpidas, como la de matar a sus ciudadanos; mientras que el partido de tradición cristiana y liberal (y que, por lo tanto, debería ser el más cercano a mis convicciones) es el que más me ha decepcionado, sobre todo porque lo voté en 2006... Aquel partido de larga tradición ciudadana y congruencia de valores, que luchó durante décadas en las urnas, en los cafés, en el papel, que aguantó palos, cárcel y fraudes... no existe ya: de lo ‘cristiano’ no le queda sino el conservadurismo más rancio (que se lleva el aplauso unánime de los cabezas huecas con mitra) y el legado ‘liberal’ (ése del que, supuestamente, Calderón era el heredero, como hijo pródigo de Castillo Peraza y él mismo el candidato del compromiso posible, como vaticinó con no poca buena voluntad y razón Sabina Berman, aunque se haya equivocado) se ha esfumado también. El PAN se ha desplazado peligrosamente hacia la derecha en el sentido más aberrante del término: nacionalismo ciego, aura metafísica alrededor de la figura presidencial, militarización, discursos maniqueos... aunque no en la economía, donde no difiere en nada del PRI, con sus programas ‘sociales’, control de precios, impuestos exorbitantes, burocracia y centralismo...

Por todo esto o a pesar de ello, y por mi profunda certeza de que la democracia liberal es el mejor sistema político que hay (o, quizá, el menos malo), votaré al PSD el domingo. Y sé de cierto también que mi verdadera contribución no termina, sino que comienza con ese voto.

G. G. Jolly

2 comentarios:

Diana dijo...

Jamás había visto que alguien expresara públicamente (y con argumentos) las razones del porqué da su voto a X partido.

Me sorprende mucho que no haya podido encontrar los resultados de las elecciones en la red.

P.D. Creí que el partido verde tenía más poder...

HustlerSuite dijo...

Y perdió..... wi wi wi wi