Un santo de diecisiete años
Resulta que en noviembre este blog va a estar más jesuítico que de costumbre, pues las celebraciones de la Compañía en memoria de sus santos, oficiales y extraoficiales, se juntan todas en este tiempo. Ya empezamos con el patrono de los hermanos jesuitas, San Alonso Rodríguez. Ahora es el turno del de los novicios, San Estanislao de Kotska (1550-1568), cuya fiesta es el 13 de noviembre. ¡Felicidades a los 9oo novicios jesuitas del mundo!
Stanisław Kostka nació el 28 de octubre de 1550 en Rostków, Polonia, en el seno de una familia de la nobleza que, a pesar de la penetración protestante en el reino polaco, se había mantenido fiel a la fe católica. En 1564, marchó a Viena junto a su hermano, Paweł, y su tutor, Biliński, para estudiar con los jesuitas. Las peleas con su impetuoso hermano eran frecuentes y sus largas horas de oración le eran causa de burlas de aquél y de otros jóvenes. Era un dedicado estudiante: aprendió latín, alemán y algo de griego. En diciembre de 1566, cayó enfermo de gravedad, y, durante la enfermedad, resolvió ingresar en la Compañía de Jesús, pues se hallaba impresionado por el papel de los jesuitas en la lucha contra los protestantes y porque había experimentado una profunda experiencia mística con María, de quien era gran devoto.
Su padre se opuso flagrantemente, y su poder político pesó sobre la decisión del provincial austríaco, Lorenzo Maggio, SJ, quien nególe el ingreso al muchacho, a pesar del afecto que los jesuitas del colegio le dispensaban. No obstante, el predicador de la corte, el p. Francisco Antonio, SJ le dio envió dos cartas de recomendación: una al provincial de Alemania, San Pedro Canisio, SJ y otra al general de la orden, San Francisco de Borja, SJ. Estanislao dejó la ciudad y encontróse con Canisio en Dilinga, donde fue hecho criado en un colegio y puesto a prueba. Después, le mandó ir a Roma, junto con otros dos compañeros, desde Múnich. Un mes andaron a pie hasta llegar a la Ciudad Eterna, donde el mismo Borja les recibió. Kotska entró al noviciado el 27 de octubre de 1567 y, tiempo después, le tocó estrenar el primer noviciado formal de la Compañía de Jesús, en Sant’Andrea al Quirinale. Allí recibió una dura carta de su padre:
‘Con tu ligereza has deshonrado a tu familia… Te has atrevido a recorrer Alemania e Italia como un mendigo. Si perseveras en esta locura, no quieras más poner un pie en Polonia, porque yo te sacaré de cualquier rincón, y en vez de las cadenas de oro que te tenía preparadas, hallarás cadenas de hierro y serás encerrado donde no puedas más ver la luz del sol’.
El chico fue muy contundente en su respuesta: ‘Querido padre: No entiendo por qué usted deba afligirse tanto por mi entrada a la Compañía de Jesús. Más bien debería alegrarse y darle gracias a Dios, viendo que su hijo ha sido llamado a seguir a Cristo. No espere que yo cambie mi propósito… Y le aseguro que estoy dispuesto a soportar todos los males del mundo y aun la muerte, antes que abandonar el estilo de vida que he escogido… Espero que el tiempo no tardará en devolverme aquel paternal cariño que hasta ahora me ha tenido.’
Por desgracia, ese novicio tan alegre, lleno de celo apostólico, maduro, impulsivo y agresivo, crítico, en constante lucha entre el sentimiento y la razón, hábil y oportuno, orgulloso y con un potente impulso sexual, sublimado a su vez por una vigilante voluntad… (de acuerdo con modernos estudios de grafología) vivió apenas diez meses en la Compañía de Jesús: murió de malaria el 15 de agosto de 1567, poco antes de cumplir la mayoría de edad. Entre 1602 y 1605 se convirtió, de facto, en el primer beato jesuita, para, en 1726, ser canonizado junto a San Luis Gonzaga, SJ.
Stanisław Kostka nació el 28 de octubre de 1550 en Rostków, Polonia, en el seno de una familia de la nobleza que, a pesar de la penetración protestante en el reino polaco, se había mantenido fiel a la fe católica. En 1564, marchó a Viena junto a su hermano, Paweł, y su tutor, Biliński, para estudiar con los jesuitas. Las peleas con su impetuoso hermano eran frecuentes y sus largas horas de oración le eran causa de burlas de aquél y de otros jóvenes. Era un dedicado estudiante: aprendió latín, alemán y algo de griego. En diciembre de 1566, cayó enfermo de gravedad, y, durante la enfermedad, resolvió ingresar en la Compañía de Jesús, pues se hallaba impresionado por el papel de los jesuitas en la lucha contra los protestantes y porque había experimentado una profunda experiencia mística con María, de quien era gran devoto.
Su padre se opuso flagrantemente, y su poder político pesó sobre la decisión del provincial austríaco, Lorenzo Maggio, SJ, quien nególe el ingreso al muchacho, a pesar del afecto que los jesuitas del colegio le dispensaban. No obstante, el predicador de la corte, el p. Francisco Antonio, SJ le dio envió dos cartas de recomendación: una al provincial de Alemania, San Pedro Canisio, SJ y otra al general de la orden, San Francisco de Borja, SJ. Estanislao dejó la ciudad y encontróse con Canisio en Dilinga, donde fue hecho criado en un colegio y puesto a prueba. Después, le mandó ir a Roma, junto con otros dos compañeros, desde Múnich. Un mes andaron a pie hasta llegar a la Ciudad Eterna, donde el mismo Borja les recibió. Kotska entró al noviciado el 27 de octubre de 1567 y, tiempo después, le tocó estrenar el primer noviciado formal de la Compañía de Jesús, en Sant’Andrea al Quirinale. Allí recibió una dura carta de su padre:
‘Con tu ligereza has deshonrado a tu familia… Te has atrevido a recorrer Alemania e Italia como un mendigo. Si perseveras en esta locura, no quieras más poner un pie en Polonia, porque yo te sacaré de cualquier rincón, y en vez de las cadenas de oro que te tenía preparadas, hallarás cadenas de hierro y serás encerrado donde no puedas más ver la luz del sol’.
El chico fue muy contundente en su respuesta: ‘Querido padre: No entiendo por qué usted deba afligirse tanto por mi entrada a la Compañía de Jesús. Más bien debería alegrarse y darle gracias a Dios, viendo que su hijo ha sido llamado a seguir a Cristo. No espere que yo cambie mi propósito… Y le aseguro que estoy dispuesto a soportar todos los males del mundo y aun la muerte, antes que abandonar el estilo de vida que he escogido… Espero que el tiempo no tardará en devolverme aquel paternal cariño que hasta ahora me ha tenido.’
Por desgracia, ese novicio tan alegre, lleno de celo apostólico, maduro, impulsivo y agresivo, crítico, en constante lucha entre el sentimiento y la razón, hábil y oportuno, orgulloso y con un potente impulso sexual, sublimado a su vez por una vigilante voluntad… (de acuerdo con modernos estudios de grafología) vivió apenas diez meses en la Compañía de Jesús: murió de malaria el 15 de agosto de 1567, poco antes de cumplir la mayoría de edad. Entre 1602 y 1605 se convirtió, de facto, en el primer beato jesuita, para, en 1726, ser canonizado junto a San Luis Gonzaga, SJ.
G. G. Jolly, nSJ
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