sábado, septiembre 26, 2009

R. I. P. Leszek Kołakowski (1927-2009)

El otro día me topé con una frase de Michel Foucault que me hizo saltar del asiento: ‘A Marx le hubieran horrorizado el leninismo y el estalinismo’. No tengo nada en contra de Foucault, por todo lo demás (lo que he leído suyo, al menos), pero ésa es precisamente la clase de certezas superfluas que convierten al totalitarismo en un fenómeno como cualquier otro, y, por tanto, potencialmente repetible. Y justo acababa de leer, en la revista Letras Libres, una frase al respecto del filósofo polaco, Leszek Kołakowski, citada a propósito de su obituario. La incluyo aquí (junto con otras), en contestación a Foucault:
‘Si bien Marx no concibió al comunismo como un Gulag, sería un error decir que su doctrina fue del todo inocente. Marx y no Stalin fue el primero que dijo que la idea del comunismo se podía resumir en una sola frase: abolición de la propiedad privada. Desde este punto de vista, el sovietismo sí puso en práctica el socialismo en el sentido marxista, ya que fue abolida la propiedad privada. Marx, y no Stalin, dijo que debía concentrarse el poder económico y la propiedad en manos del Estado. Así, la idea del socialismo que tanto Lenin como Trotski pusieron en práctica en Rusia fue la del socialismo entendido como campo de concentración. Y esto lo dijeron claramente. Lenin habló muchas veces de lo que era la dictadura como él la veía: el poder impuesto por la violencia, el poder que no obedecía a ninguna regla, a ninguna ley: el poder absoluto. Trotski fue todavía más fuerte: la idea de la nacionalización en masa, que es una idea marxista, equivalía a la idea de que la gente sea propiedad del Estado. Nacionalizarlo todo significa nacionalizar a la gente. Esto significaba la esclavitud. El pueblo no habría tenido que esperar a la revolución bolchevique para darse cuenta del sentido del marxismo: podemos citar a muchos, especialmente a los anarquistas, que ya en el siglo XIX, décadas antes de la Revolución rusa, predijeron con claridad lo que sucedería si triunfaba el socialismo según la receta marxista. ¿No había dicho Proudhon que el marxismo convertiría a los hombres en esclavos?’

‘En la historia de los países comunistas siempre que alguna reforma produjo algún resultado, se debió a que esa reforma restauraba parcialmente el mercado, es decir, el capitalismo. No se puede derivar otra lección de la historia del comunismo. El capitalismo equivale a mercado. El intento del comunismo de suprimir el mercado nunca funcionó bien, pero en gran medida sí logró destruir la economía. Yo no opongo el capitalismo al comunismo como dos sistemas simétricos. El capitalismo no es el producto de una planeación: surgió espontáneamente como resultado del desarrollo del comercio. A grandes rasgos, puede decirse que el capitalismo equivale a la naturaleza humana en función, es decir: desarrollando la codicia. El socialismo fue en cambio una invención artificial de los filósofos. Quizá hubo razones para pensar que podía funcionar, pero no funcionó y nunca funcionará. Ahora bien, si se continúa afirmando que los cambios actuales son un movimiento hacia otro socialismo, entonces tenemos que definir la palabra socialismo. Es decir, tenemos que precisar, para seguir hablando de socialismo, si entendemos por tal lo que ha significado hasta hoy (la nacionalización en masa de todo, incluyendo a la gente, la abolición del mercado, etcétera) o si significa otra cosa. Y en este último caso, necesitamos una nueva definición radical.’
‘Una sociedad en la que el egoísmo sea la motivación dominante, por muy mal que esto nos parezca, sigue siendo mucho mejor que una sociedad basada en la hermandad obligatoria. La idea central del socialismo era la fraternidad universal. Creo que nada puede ser más maligno que el propósito de institucionalizar la hermandad. Esta se puede institucionalizar sólo bajo la forma del despotismo, y fue lo que sucedió en realidad. De cualquier modo, reconozco que necesitamos la idea de la fraternidad humana como idea más normativa que institutiva, para seguir la célebre definición kantiana. Necesitamos de ella para hacer que la sociedad sea mejor de lo que es, pero plantear la fraternidad como un conjunto de instituciones impuestas desde arriba es la mejor receta para lograr el totalitarismo, la esclavitud. El mercado no es justo, desde luego. Yo no renunciaría al concepto de justicia social. Acepto que existen muchos problemas que el mercado no resuelve ni arregla automáticamente. El mercado deja muchos problemas sin resolver. El mercado no es justo. Sin embargo, la abolición del mercado es mucho peor que todas las injusticias del mercado. El mercado es cuestión de ceder algo y ganar algo.’
G. G. Jolly

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